CAPÍTULO ONCE

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A la mañana siguiente, Keera se dijo a sí misma que iba a ignorar a Belial de aquí en adelante: haría lo que tuviera que hacer y en un año sería libre, eso sí no podía escapar antes.

Como todas las mañanas, Judith vino a asistirla al cambiarse, pero tal fue su sorpresa cuando, además de traer algunos vestidos, llegó también con varios pares de pantalones, camisetas y botas.

Bueno, por lo menos Belial estaba cumpliendo con su parte del trato.

Judith no paró en ningún momento de bufar y quejarse, diciendo que no era adecuado que el tributo se vistiera de esa manera.

Por su parte, Keera no paró de decirle que se meta en sus malditos asuntos y que si volvía a decirle una vez más tributo, la mataría mientras dormía.

Judith no volvió a dirigirle la palabra por el resto del día.

Se sintió infinitamente mejor cuando salió caminando vestida de la forma en la que estaba. Con un pantalón y remera de mangas tres cuartos ajustadas al cuerpo y unas botas cubiertas de piel que le llegaban un poco por debajo de las rodillas.

Se dirigió como siempre, en compañía de los guardias en dirección al comedor donde acostumbraba a desayunar. Otra vez se vió sorprendida al encontrar la mesa con más gente que la que estaba acostumbrada y titubeo solo un segundo, mientras que su mirada recorrió el lugar, reconoció varias caras y se dirigió a su habitual asiento —a la derecha del alfa—, mientras enumeraba uno a uno los nombres que recordaba. 

Edwin y Archie eran rostros conocidos.

Iver: fue quien le pegó el día que lanzó el cuchillo en aquella cena, para ser más exactos, le lanzó un cuchillo a su hermana.

Alec: lo recordaba de la fiesta de Poyen, cuando llegó a hablar con el alfa mientras ella se dormía todavía de pie.

Ivaine: quien dijo que era fea su primer día en Crena.

De las tres caras restantes no tenía idea.

—Buenos días, Keera —murmuró el alfa ni bien tomó asiento y no hizo falta que se encontrara con su mirada, podía apostar a que sonreía.

Se obligó a no perder los estribos y le devolvió el saludo por lo bajo y sin siquiera mirarlo.

Diferente fue cuando levantó la vista y se encontró con los ojos verdes de Edwin, que sonriéndole le saludo con alegría:—Buenos días, Edwin.

—Buenos días, Keera... —respondió él con duda, para después agregar:—¿Te sientes bien hoy?

—Perfectamente —contestó sin borrar la sonrisa.

Sus ojos se encontraron unos segundos con los de Archie, pero decidió que quedara en eso, una simple mirada para no levantar sospechas.

—Keera, me gustaría presentarte a alguien —habló Belial, llamando su atención.

Keera se limitó a mirarlo con su peor cara, sin responder, esperando que dijera lo que sea que tuviera que decir.

—Él es Herve, será tu nuevo guardia, solo con el podrás salir del castillo —dijo, señalándole con la cabeza a la persona que tenía al lado.

Sus ojos se encontraron con los de aquel muchacho, que eran de un color chocolate igual que su cabello. Parecía el más joven de la mesa después de Archie y sospecho un poco que el alfa le pusiera a alguien tan joven para que la vigilara.

—Hola Herve, soy Keera gusto en conocerte —y dicho aquello, estiró su mano para tomar la de Herve, que la observó sorprendido y con desconfianza, como si en cualquier momento Keera pudiera atacar.

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