CAPÍTULO DIEZ

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LA PROPUESTA




Judith no había tardado mucho en llegar después de que Belial se había ido. Traía con ella un vestido que parecía ser nuevo y un poco más elegante de los que estaba habituada a usar. Era de un color vino con detalles en dorado, las mangas eran muy amplias, tanto que la mano de ella desaparecía dentro. Tenía un cuello cuadrado y aunque se ajustaba con unos cordones por delante, también de color dorado, Judith no los presiono mucho, haciendo que el vestido se sienta ligeramente suelto.

Sus guardias la esperaban fuera cuando salió de la habitación y caminaron por delante de ella para que siguiera sus pasos, cuando creyó que se dirigian al mismo sitio donde desayunaban, los guardias siguieron de largo aquellas escaleras para subir al tercer piso y luego a un cuarto, siguiendo de largo por un pasillo que los llevó hasta una amplia escalera en forma de caracol que comenzaron a subir sin titubear, por lo que Keera los siguió, preguntandose dónde demonios estaban llevandola. 

No había puerta al final de aquel piso y los guardias, una vez que ella estaba llegando al final de las escaleras, se dieron media vuelta y volvieron por donde habían llegado, sin decirle una sola palabra. Termino de subir los últimos escalones y quedo frente a una gran habitación. En realidad parecía ser una casa entera, ya que contaba con todo lo necesario para ser una.

La sala estaba iluminada con pequeñas antorchas que colgaban en las paredes de piedra, Keera se adentro unos pasos a la estancia, mirando todo a su alrededor con desconfianza. Una mesa, perfectamente armada con velas en candelabros y una cantidad de comida que alcanzaba para diez personas se encontraba en el medio de aquella sala, las sillas eran de roble con sus asientos de gamuza en color negro. En una esquina había un sillón en forma de ele de cuero negro y frente a este había una chimenea que ocupaba casi la mitad de la pared, con un fuego encendido y al costado de esta había un pasillo que supuso desembocaría en una habitación.

 Una brisa fría le llegó haciéndola estremecer y cuando se giró en su propio eje, descubrió una gran terraza, sus puertas de vidrio se encontraban abiertas y las cortinas blancas revoloteaban debido al viento. 

Un movimiento llamó su atención y de lado, entre las sombras a las que estaba sumida aquella habitación, apareció Belial con una copa en su mano llena de un líquido ambarino. 

—Ahí estás... —se lo escuchó murmurar, mientras se acercaba a pasos perezosos hacia ella. 

Él también se encontraba vestido de forma elegante, tenía puesto unos pantalones ajustados de lino en color beige, unas botas de piel negras que le llegaban por debajo de las rodillas y en la parte superior tenía una camisa de lino de color oscuro con un cuello en v.

—Te ves... —la repaso de pies a cabeza y fingió pensar un momento antes de agregar con una sonrisa—, encantadora esta noche, Keera.

Keera se limitó a cruzarse de brazos con hastío antes de murmurar enojada: —¿Por que estoy aquí, Belial?

—Por que quiero..., pensé que habíamos dejado claro quién mandaba en este lugar Keera— respondió él encogiéndose de hombros con una sonrisa arrogante.

—Si bueno, pensé que querías que habláramos.

—Todo a su momento, ahora acompáñame a la mesa, vamos a cenar —y para sorpresa de Keera, después de unos segundos en los que ella no movió un pelo, agrego:—Por favor.

Keera asintió y terminó dirigiéndose a la mesa, volvió a sorprenderse en el momento que Belial arrimó su silla cuando fue a sentarse.

Esto definitivamente se estaba poniendo un poco raro.

El Mundo de GaiaWhere stories live. Discover now