CAPÍTULO VEINTIDÓS: CONTROL

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—Keera, esta autocompasión en la que estas sumergida tiene que terminar.

El jadeo sorprendido y dramático que propinó Keera luego de que aquellas palabras salieran de la boca de Edwin, no hizo otra cosa sino que hacerlo rodar los ojos.

Hacía dos día que no salía de su habitación y cabe decir que siquiera se bañaba.

—Vas a pegarte un baño que tenemos cosas que hacer— fue todo lo que dijo mientras recogía la vajilla sucia desperdigada por el suelo.

—¿Qué cosas?— se la escuchó preguntar asomando la cabeza por debajo de las sabanas.

Edwin sonrió victorioso al haber conseguido aquel pequeño avance, sin embargo decidió seguir con el misterio.

—Lo sabrás en cuanto estés lista— fue todo lo que respondió.

—¿Tengo que bañarme si o si?— preguntó en voz baja.

Bastó una sola mirada de su amigo para hacerla rodar los ojos y levantarse por fin de la cama.

Una hora después, en la que Keera volvía a sentir que era una persona, se encontraba de camino a la biblioteca con Edwin liderando el camino.

—¿Cuál es la sorpresa Edwin?— volvió a preguntar Keera impaciente —¿Ya te dije que odio las sorpresas y a las personas que quieren dármelas?

—Los dos sabemos que tu no me odias— respondió él de regreso, dirigiéndose al escritorio.

Ella lo siguió mientras observaba cada una de sus acciones; tomó una hoja en blanco junto con una pluma y la arrastró hasta dejarla frente suyo.

—¿Qué se supone que tengo que hacer con esto?— preguntó ella frunciendo el entrecejo.

—Escribir una carta— respondió él con una sonrisa.

—¿Una carta? — preguntó ella dudosa de regreso—¿Y a quien se supone que vaya a escribirle una carta?

—¿Pues a quien crees?— respondió él como si fuese obvio y al ver que ella no respondía, agregó:—A tu Opa Keera ¿No quieres saber como está?

—¿Qué dices?— jadeó ella sorprendida.

—Lo que escuchaste, vas a escribirle una carta a tu Opa y yo me encargare de que llegue a sus manos.

—No puedes hacer eso Ed...— contestó ella negando con la cabeza para luego agregar:—Belial no va a permitirlo.

El simple nombre de su hermano hizo que Edwin pierda aquella sonrisa encantadora que solía llevar siempre.

—Mi hermano no va a entrometerse en esto— dijo con determinación —yo mismo me encargare de eso.

—No creo que sea buena idea— respondió Keera bajando la vista.

—Hey...— dijo Edwin llegando a su lado y levantando su mentón con su dedo índice —¿No quieres acaso saber cómo está? ¿No quieres darle la tranquilidad de que sepa que estás viva y bien?

—Eso es todo lo que quiero pero...

—¿Pero?— preguntó él de regreso y al ver que Keera no respondía agregó:—Haremos una cosa, tú vas a llevar esto a tu habitación y si quieres escribir la carta lo harás y cuando la tengas lista la pondrás en un sobre y me la entregaras. Nadie va a husmear en lo que tu pongas, puedes decir lo que quieras ¿Vale? No tienes que preocuparse por eso.

—Pero Belial...— volvió a insistir ella.

—De mi hermano me ocupo yo, tu no tienes que preocuparte por ello— dijo mientras dejaba una leve caricia en su rostro y salía de la biblioteca sin decir más.

El Mundo de GaiaWhere stories live. Discover now