Capítulo 132 - Las puertas del Infierno

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Capítulo 132

LAS PUERTAS DEL INFIERNO

El sol se ocultaba sobre el mar tirreno, bañando de tintes rojos el escenario natural, entre motas amarillas que se iban difuminando sobre la línea del horizonte y el azul intenso que fue oscureciendo el cielo, dando paso a otra noche.

El momento perfecto había llegado. Simón lo sabía. Hipnotizado por el atardecer mediterráneo, se fumó un último cigarrillo, merodeando entre la calma y la extrema concentración de su tarea encomendada. Iba a cumplir su promesa, de su mano se haría justicia, por no utilizar la palabra venganza.

El malecón era un trecho corto, la isla era un universo diminuto. Nunca le importaron las personas que rodeaban sus puntos de ataque. En cada explosión hubo bajas significativas que le ganaron el apodo de asesino global, o genocida. Era indiferente como le llamaran, porque todo se resumía a la maldad, sin que por ella se sintiera realmente malo, en el sentido estricto de la expresión.

Simón, era lo que era, nada más.

En esta aventura no contaba con armamento sofisticado. El riesgo superaba al beneficio. Las tropas enemigas caminaban alrededor, disfrazados de transeúntes habituales. Era lógico que la D.E.A. no apartara al componente, albergando la isla a un reconocido narcotraficante. También era previsible que un desfile de mafiosos intentara culminar lo que el Mazo no logró, acabar del todo con el gran Patrón. Pero simón no era otro más, otro cualquiera. Simón era el infierno. El fuego que consumía imperios. La oscuridad que había llegado para quedarse.

Simón, era lo que era, nada más.

Su gentil imagen de hombre fino le valió la invisibilidad, eso y un tinte oscuro para ocultar las canas, además de una rasurada severa, y maquillaje sobre los expuestos tatuajes. Toda cortesía de un veterano Elías, indiscutible maestro del disfraz.

Su confianza creció con la completa oscuridad nocturna. Fue entonces que hizo su propia peregrinación hacia el hospital.

-No hagamos esperar a Carlos Ignacio Restrepo – Se justificó a una inexistente audiencia – Quiero llevarlo en persona ante las puertas del Infierno..."Perded toda esperanza al traspasarme" – Declamó con tono suave, liberando una sonrisa tenue.

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Era irónico que su cuerpo cicatrizara espléndidamente, casi nada le había consumido el portento. Carlos Ignacio tenia las formas de un Dios griego. Exceptuando las heridas que ahora ostentaba como signos de una fatídica guerra.

Tras haber transcurrido un mes de reclusión y cura, ya se levantaba y caminaba en el interior de su cómoda cárcel hospitalaria. Cosa que hacía con frecuencia extrema, paseándose de un lado a otro, comprimido entre cuatro paredes y un sequito policial.

Carlos estaba inquieto, por saber que estaba a unas horas de ser trasladado a una verdadera cárcel, o por imaginar que su enemigo jurado se lo impediría. En cada sueño una frase desconocida se le revelaba, y la reciente tenia especial fulgor:

-"Solo aquellas cosas se han de temer que detentan poder de daño a otro; de las otras no, que no son temibles" – Repitió como un autómata – Ya vienes por mí, Simón.

Y su cuerpo se tensó, como presagio de un verdadero dolor.


ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora