CAPÍTULO 8. AULA

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Las vacaciones se acabaron y tocaba volver a Hogwarts. Harry no sabía por qué, pero esta vez no se sentía tan desanimado como otros años por el fin de las Navidades. Quizás se debía a que estar en Grimmauld Place le traía recuerdos tristes de los seres queridos que ya no estaban a su lado y lo cierto era que a pesar de que odiaba los castigos de la directora, le ayudaban a mantener su mente ocupada.

Durante la comida del primer día, Madame Hooch les informó de que los entrenamientos de Quidditch comenzarían a la semana siguiente. Los alumnos aplaudieron y vitorearon con ganas ya que la copa de Quidditch entre las cuatro casas de Hogwarts era una competición muy emocionante para todos.

Harry había conseguido el puesto de capitán del equipo de Gryffindor sin grandes problemas, no solamente porque era uno de los buscadores más habilidosos sino porque además era un veterano en el equipo. Sin embargo y muy a su pesar, Ron no había participado en las pruebas para optar como guardián. Ese año tenían que superar las pruebas finales de Hogwarts y Ron tenía claro que no era uno de los mejores estudiantes. Por ese motivo, Hermione se ofreció como voluntaria para ayudarle a estudiar. Ron no tendría tiempo para entrenar pero se negaba a repetir por tercera vez el séptimo curso. En un principio se había sentido desanimado por no poder jugar al Quidditch pero poco a poco conforme fue sacando mejores notas se vio recompensado. Y a decir verdad, Harry sabía que sus dos amigos hacían algo más que estudiar en los ratos que estaban a solas.

Por la tarde, Harry estuvo un rato fuera del castillo. Hacía mucho frío y nevaba pero con la varita derritió los copos que había a los pies del haya donde siempre se sentaba a meditar. Al ver el lago, el primer castigo con Malfoy le vino a la mente. Aún no lograba comprender por qué le seguían preocupando los enfados de Malfoy, quizás era por su alma de Gryffindor o simplemente su propia personalidad. Harry sabía que Malfoy siempre había sido muy desagradable pero comenzaba a pensar que había algo más detrás de ese comportamiento.

Al segundo día después de las vacaciones, un alumno de tercero le informó de que la directora McGonagall quería verle a las ocho de la tarde en su despacho, así que cuando llegó la hora Harry se dirigió hacia el lugar. Tras atravesar la gárgola de la entrada se encontró con McGonagall de pie junto al pensadero y a Malfoy sentado en una de las sillas frente al escritorio. 

Mientras que la directora le recibió con un saludo y una sonrisa amable, Malfoy se limitó a mirarle con cara de aburrimiento sin pronunciar palabra. Harry iba a sentarse en la silla al lado de la de Malfoy cuando la mujer le interrumpió.

—Potter no te sientes. Vamos a proseguir con vuestro castigo en otro lugar. Seguidme.

La directora McGonagall salió del despacho con su capa ondeando a la espalda y Malfoy y Harry la siguieron. El Slyhterin caminaba sin ganas con las manos en los bolsillos y arrastrando los pies y el Gryffindor lo observaba por detrás pensativo, tratando de ignorar los comentarios de los magos y brujas de los cuadros.

McGonagall los guio por numerosos pasillos del colegio hasta una zona donde había unas cuantas aulas que, según la directora, no habían sido utilizadas desde hacía más de cien años. Se detuvieron frente a la puerta de una de ellas, y la mujer la abrió con un hechizo.

Cuando la puerta se abrió, se encontraron con una habitación oscura que desprendía un desagradable olor a cerrado. A un lado de la clase, había numerosas mesas y sillas de hierro y madera amontonadas. Al lado opuesto, había un par de estanterías de pino volcadas en el suelo. Finalmente, el techo estaba cubierto por completo por una capa densa de telarañas. Harry se acordó de las arañas del Bosque Prohibido y un escalofrío recorrió su cuerpo.

La directora se acercó a una de las mesas y pasó la yema de su dedo índice por la superficie arrastrando una gruesa capa de polvo. Tanto el Gryffindor como el Slytherin captaron al momento de qué iba a tratar el castigo. Ninguno dijo nada pero Malfoy sacó las manos de sus bolsillos y se frotó la frente empezando a sentirse abrumado por el arduo trabajo que se les venía encima.

SIN PRISA PERO SIN PAUSA (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora