CAPÍTULO 11. SHOCK

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Al día siguiente Malfoy despertó con una resaca de campeonato. De esas que te hacen prometerte no volver a tomar alcohol nunca más en la vida. Pero lo peor no era solo la resaca. A pesar de que tenía algunas lagunas mentales de la noche anterior, de lo acontecido con Potter se acordaba de principio a fin. Y estaba seguro de que el otro chico también tenía vivos recuerdos de la fiesta. Se giró en la cama y colocó la almohada sobre su cabeza como si de esa manera lo sucedido nunca hubiera tenido lugar.

A lo largo del día, trató de darle respuesta a su comportamiento en la fiesta y llegó a la conclusión de que alguien debió haber puesto alguna poción aparte del alcohol en la bebida. De otra manera él jamás hubiera hecho todo lo que hizo. Fuera como fuera, tomó la firme decisión de ignorar a Harry Potter por el resto de su existencia.

Los planes de Malfoy funcionaron con éxito, sin embargo, se torcieron justo al día siguiente cuando la directora McGonagall le citó en su despacho a las seis de la tarde para un nuevo castigo.

Eran las seis y cuarto y aún no había aparecido un alma por el despacho de la directora. Finalmente, pasados un par de minutos llegaron Harry y Malfoy con aspecto cabizbajo. Ya no podían alargar por más tiempo lo inevitable.

—Llegáis tarde —replicó la mujer mencionando lo obvio y mirando impaciente el reloj mágico que colgaba de su muñeca.

—Lo siento —se disculparon ambos a la vez, sin tomar asiento, cada uno al lado opuesto de la habitación. Definitivamente ambos querían estar los más lejos posible el uno del otro. La mujer frunció el ceño.

—Cambiad esas caras largas, muchachos—la directora notaba que los chicos se estaban comportando más raro que en los últimos castigos—. Tengo una buena noticia para ambos. Como hemos visto que la relación entre ustedes ha mejorado —Malfoy tosió y Harry se rascó la cabeza nervioso— este será vuestro último castigo.

Algo de luz al final del túnel para ambos. Sería la última vez que tuvieran que soportarse el uno al otro y por fin serían libres. En el interior de Harry, empezó a formarse un gusanillo de felicidad ante tal pensamiento.

—¿Qué tenemos que hacer, directora? —preguntó Malfoy que quería que aquella pesadilla acabara cuanto antes.

Los tres se dirigieron hacia el exterior del colegio mientras la directora les daba instrucciones. Durante el camino, Harry y Malfoy cruzaron una mirada que duró un milisegundo y sus corazones se aceleraron por la inquietud. La cara de Malfoy al momento se mostró amenazadora, pues realmente quería demostrar su descontento con toda la situación. La de Harry denotaba incordio y confusión por el comportamiento del rubio. Sin embargo tras apartar la vista el uno del otro, ambos coincidieron en que en sus mejillas se dibujó un rubor.

—Bueno como saben, los partidos de Quidditch están a la vuelta de la esquina. Los vestuarios de Slytherin, Ravenclaw y Hufflepuff están en orden, sin embargo, el vestuario de Gryffindor aún no fue correctamente habilitado. Ya que limpiaron muy bien el aula antigua y se comportaron de manera impecable, los profesores y yo hemos decidido que limpien ustedes el vestuario de Gryffindor. Creemos que la limpieza es algo que les ha ayudado bastante a disciplinarse y trabajar en equipo.

La profesora abrió la puerta del vestuario con dificultad y ambos resoplaron al ver tal estropicio. Desde el curso pasado no se había utilizado y todo estaba hecho un desastre. Los espejos estaban llenos de salpicaduras y había barro bajo los banquillos. Por otro lado, las duchas estaban llenas de polvo y telarañas, al igual que los lavabos.

—No quiero quejas—añadió la directora al ver las caras de los chicos. Después de recordarles las normas y darles unas breves explicaciones, McGonagall les requisó las varitas y se marchó.

SIN PRISA PERO SIN PAUSA (Drarry)Where stories live. Discover now