Capítulo 8

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Se nos estaba haciendo tarde para la reunión en casa de Lucía y yo estaba entrando en pánico mientras terminaba detalles antes de salir. Todo porque Alex no se caracterizaba por tener una increíble paciencia y ya me había ordenado que me apurara tres veces, además de las advertencias una hora antes, pero bueno, yo no me caracterizaba por ser puntual.

—Wen, ¿estás lista?— me preguntó del otro lado de la puerta.

Era la primera vez que no entraba a mi cuarto sin tocar y estaba sorprendida y agradecida a partes iguales. Aunque tener a Alex en mi cuarto no fuera algo increíblemente malo, no era muy lindo que se le diera por entrar cuando se le antojara. Ya me había visto cantar y bailar frente al espejo y también dar vueltas por el cuarto mientras hablaba sola, todo por su manía de entrar sin tocar, y encima en los peores momentos.

—Casi— respondí mientras terminaba de calzarme mis botas y a la vez intentaba ponerme un aro.

Después de ponerme perfume me miré en el espejo y sonreí satisfecha. El pantalón que había elegido me hacía una linda figura y el maquillaje nunca me había quedado tan bien.

Esa era mi noche, lo presentía. Tenía que ser mi noche, porque me sentía muy bien conmigo misma y eso me gustaba.

Supuse que Alex seguía en el pasillo y quise bromear con él. Así que abrí la puerta con mi mejor sonrisa seductora, pero no era Alex quien estaba en el pasillo.

Los ojos verdes de Simón me analizaron y cuando se clavaron en los míos noté algo extraño en su mirada. Me observaba tan fijamente que me vi obligada a apartar la mirada, completamente intimidada. No sabía que Simón podía tener una mirada tan intensa.

—Estás preciosa— me dijo.

—Gracias— le respondí, con una pequeña sonrisa en los labios—. No sabía que estabas acá.

—Recién llegué— me contó.

—Ya encontré mi celular— habló Alex, saliendo de su cuarto.

Cuando me miró sentí que se me revolvía el estómago, estaba precioso y yo solo deseaba estar a su nivel.

Una sonrisa escapó de sus labios y yo me revolví nerviosa.

—Estás hermosa, princesa— me dijo y sentí como mis mejillas hervían de un momento al otro.

—Gracias— respondí sin mirarlo a los ojos.

***

Quince minutos después llegamos a la casa de Lucía. Ella nos recibió con una gran sonrisa y a mí me abrazó fuertemente.

—¡Qué linda!— exclamó.

—No tanto como vos— respondí con una sonrisa y ella me golpeó jugando.

—¿Ya conoces a Alex y a Simón?— me preguntó, con intención de presentarnos.

—Sí, en realidad sí— respondí, sin querer dar detalles porque Alex estaba detrás de mí y no quería que nadie supiera que vivíamos juntos.

—Vivimos juntos— le contó Alex y yo lo miré con el ceño fruncido—. Ella puede saberlo— me dijo, leyéndome la mente.

Volví a mirar a Lucía y noté que estaba con la boca abierta. Me agarró del brazo y me arrastró hacia adentro.

—Tienes que contármelo todo— me ordenó, emocionada.

—Claro, te lo prometo— le aseguré, divertida, y ella sonrió satisfecha.

Lucía nos guió a la sala, o más bien me guió, porque los chicos ya habían estado en su casa. Había algunas personas bailando, pero la mayoría estaban sentadas, parecía que esperaban algo, o esa era mi impresión.

Tú me completasWhere stories live. Discover now