Capítulo 38

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Era lunes por la mañana y apenas había llegado a poner un pie dentro del liceo, antes de que los "amigos" de Lucía corrieran a interrogarme.

Preferí ignorarlos y seguir mi camino a la clase, no había tenido el mejor fin de semana y no estaba de humor para preguntas estúpidas. Encima eran las siete y media de la mañana y mi madre me había despertado prendiendo la luz de mi cuarto.

Para su bien era mejor no molestarme, no quería golpear a nadie más.

Entré al salón y noté que el profesor aún no había llegado.

"Genial, continúa el interrogatorio para mí", pensé.

-Entonces, ¿por qué golpeaste a Lucía?- volvió a preguntar Fabricio, su "amigo", y lo dijo tan alto que todos a nuestro alrededor se callaron y nos miraron expectantes.

Lucía estaba poniendo cara de víctima indefensa y eso me generó ganas de volver a estamparle mi puño en la cara. Esa mañana de verdad estaba violenta.

-Que el chico que te guste no te quiera no te da el derecho a golpearla- me recriminó Julieta, su "amiga" y yo hice una mueca.

-¿Qué?- pregunté-. Perdón, pero nada que ver lo que estás diciendo con lo que pasó en verdad.

-Deja de mentir- dijo Lucía con voz temblorosa.

Todos nos miraban y eso me puso nerviosa al punto de no saber qué responder, probablemente nadie me creería de todas formas.

-Si la golpeó debe de tener un muy buen motivo- me defendió Valeria y yo la miré sorprendida-. No solamente porque un chico no la quiera va a golpearla, no tiene lógica.

-Pero así fue- le respondió Lucía.

-¿En serio?- le preguntó ella con fingido interés-. Pues no te creo nada.

-Me importa poco lo que vos creas- le aseguró Lucía.

-Guau, hace un rato estabas re mal y ahora me respondes de esa manera, que rápido te recuperas, me sorprendes- le dijo Valeria sarcásticamente.

Lucía se volvió a meter en su papel de víctima y tocó su mejilla para dramatizar aún más.

-Cariño, deja de tocarte la cara, nadie te cree- gritó Emma desde el fondo del salón.

-Wendy arruinó mi cara- se quejó Lucía.

-Créeme, no necesitabas ayuda para arruinarla- respondió Emma y algunos en el salón rieron disimuladamente.

Lucía gruñó y se sentó en su lugar al lado del escritorio del profesor.

Dejé la mochila en mi silla y miré hacia el fondo del salón.

-Gracias- les dije a la rubia y a la castaña que me habían ayudado anteriormente-, a las dos.

-Soy así, no puedo evitarlo- bromeó Emma.

-No es nada, Wendy, sé de lo que es capaz esa chica- me aseguró-. Siempre es bueno saber que alguien está de tu lado.

Las dos nos sonreímos.

-¿Te gustaría sentarte con nosotros?- me ofreció ella.

-Me encantaría- acepté y me acerqué a ellos tímidamente.

Dejé mi mochila en el lugar disponible al lado de Emma y ella sonrió.

-¡Al fin voy a dejar de ser el mal tercio!- Exclamó ella emocionada y yo reí-. Esos dos no se separan nunca, es asqueroso- me contó.

-No es tan así- se defendió Valeria.

-¿No? ¿Estás segura?- le preguntó Emma-. Se besan todo el tiempo, ya se deben haber compartido hasta la última bacteria.

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