Capítulo 32

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Una pesadilla me despertó a las dos de la mañana. Ya se me había vuelto una costumbre y estaba cansada de dormir tan mal.

Deseaba que todo se terminara pronto. Lo que estaba viviendo en el día le hacía competencia a las pesadillas en la noche. Ni siquiera dormir podía salvarme, siempre que estaba mal, dormía, pero en ese momento ya no me parecía tan buena idea.

Estaba sentada en la cama mirando a la puerta, una parte de mí deseaba ver a Alex entrando a salvarme, pero la otra parte, la más racional, no quería volver a verlo. ¡Era tan difícil!

Salí de la cama peinándome el pelo con la mano, probablemente estaba espantoso. Envidiaba a las chicas que se levantaban con el pelo perfecto, ¿cómo hacían?

Salí de mi cuarto, la casa estaba sumida en una oscuridad y un silencio dignos de una película de terror. Estaba a punto de bajar la escalera cuando me golpeé en el dedo chiquito del pie. Intenté aguantarme para no emitir sonido.

-Mierda- susurré agarrándome el pie.

Entré a la cocina y abrí la heladera para buscar agua, pero sólo habían botellas vacías. Alex nunca llenaba las botellas, sino que volvía a guardarlas casi vacías por si alguien no quería tomar.

Llené una de las botellas y le puse hielo, después empecé a moverla mientas la veía. Lo único que se escuchaba era el ruido de los hielos golpeando contra el plástico de la botella, hasta que de repente sentí un ruido proveniente de la ventana que daba a la calle.

Miré hacia la ventana y no había nada, pero no dejé de verla. De repente un hombre encapuchado pasó a medio metro de la ventana y yo me llevé la mano a la boca para no gritar.

-Esto no puede ser real- me dije en voz alta para intentar calmarme-. Lo debo haber imaginado, me estoy volviendo loca.

Dejé la botella en la mesada y me acerqué a la ventana lentamente. Afuera no había nada, lo sabía. Aunque pensar que me estaba volviendo loca no me servía de mucho para calmarme.

-Por Dios- sollocé tapándome la boca. Un hombre estaba mirándome fijamente desde la calle. El miedo que sentía no me permitía moverme.

El extraño comenzó a acercarse a la vez que se llevaba las manos a la cabeza, mi corazón iba a mil por hora debido al miedo y aún así no podía moverme.

El extraño se sacó la capucha que llevaba en su cabeza y yo no podía creer lo que veía. Me acerqué a la ventana y apoyé mi mano en el vidrio, él hizo lo mismo.

-Lucas- pronuncié su nombre casi en un susurro y las lágrimas llenaron mis ojos.

Después de casi medio año de no saber nada de mi hermano, él estaba ahí, lo tenía a una ventana de distancia y no lo podía creer.

Tenía que abrazarlo, pero salir por la puerta no era una buena idea ya que haría demasiado ruido y despertaría a todo el mundo. Bien, la ventana era la mejor opción. La abrí y di un salto para poder salir, pero me tropecé y terminé en el suelo.

-¿Estás bien?- me preguntó mi hermano riendo.

-Es una buena forma de reencontrarnos después de tanto tiempo- dije desde el suelo y Lucas me ayudó a levantarme.

Apenas me puse de pie me lancé a sus brazos. No sabía que lo extrañaba tanto hasta que lo abracé. Esos abrazos que me habían protegido toda mi vida, realmente los necesitaba.

-Te extrañé tanto- dije y una lágrima rodó por mi mejilla.

-Yo también, hermanita- me aseguró y secó mis lágrimas-. Por eso estoy acá.

Tú me completasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora