Día 7: El día de su boda

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Alzó un poco el largo vestido entre sus múltiples manos para poder caminar sin dificultad y no dañar la tela. Atravesó el largo camino hasta el altar con suma elegancia, mientras el velo blanco cubría su rostro y su peinado repleto de brillos y bien sujetado debajo de su elegante velo femenino. Se mostró tranquilo, decidido. Pero su estómago se estaba devorando a si mismo de los nervios. Ángel tembló ante cada paso, maldijo un poco estar usando unos tacones tan altos. Aún así, no quería que Alastor lo notara tan nervioso. Posó frente al altar, decorado con cristales grises y percibiendo la luz roja del cielo filtrándose por los ventanales de la iglesia de Satán.

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Sus mejillas ardieron al preguntar sobre su apariencia frente a su hombre, porque Alastor se veía elegante, tan masculino y fuerte. Su traje negro y cada terminación remarcaba los puntos más hermosos de su cuerpo. El ciervo acomodó su corbata, le dedicó una sonrisa espléndida y colocó su palma sobre su mejilla. Ángel volvió a temblar de los nervios, nunca se había casado, ni cuando era humano. No quería arruinar nada.

¡Me encanta! Resalta los colores de tus ojos y las pequeñas pecas de tu piel. Eres una belleza fuera de este mundo, mi Ángel.

Esta vez, capturó las mejillas de algodón de su preciado prometido y acunó con dulzura su rostro. Ángel estaba a punto de llorar, sus sentimientos más puros estaban al descubierto y siempre le asustaba demostrar esa parte de él. Titubeó un poco, tratando de sonreír ante sus crecientes inseguridades.

¿El color está bien? O sea... No tienes idea de todo lo que lo pensé. Mucho, demasiado. Claro que podría haber venido con un vestido rojo, extravagante. Podría haber mostrado todo sin una pizca de vergüenza, como siempre. Pero...

Bajó la mirada, mientras el ciervo apartaba sus manos de su rostro y lo observaba con atención. Ángel poseía una belleza muy natural y espontánea, el color de sus ojos siempre lo cautivaba. Al igual que cada pequeña marca rosa sobre su piel blanca y la pelusa en sus partes más suaves. Era hermoso, no importaba que vestido eligiera o como hubiera querido entregarse a él, siempre sería el ser más precioso de todo el infierno.

Me estoy casando. Y quería que sea como siempre soñé desde que era un niño humano.

Explicó con algo de timidez e incomodidad. Alastor rodeó su cintura con una de sus manos, acarició el terciopelo de su vestido ajustado a su delgada figura y volvió a crear contacto visual con él.

¿Siempre soñaste usar un vestido tan hermoso y elegante en tu boda a pesar de la época en la que viviste?

Era propio de Ángel... Ambos vivieron en sociedades y tiempos similares, llenas de prejuicios y conflictos. Pero no era extraño imaginar que alguien tan temerario como el verdadero Anthony, hubiera ingresado a una iglesia con un vestido de novia y un maquillaje elegante que llamara la atención. Su prometido le sonrió, deslizando sus suaves dedos contra la mejilla de su Alastor. Asintió una sola vez, esbozando una linda sonrisa.

Si. Desde que tengo memoria. Y quería que mi esposo vistiera elegante y sea muy apuesto, como tú.

Alastor permaneció en silencio, tan embelesado y cautivado por todo lo que conformaba a Ángel como alma humana, como pecador y como la persona que le había robado el corazón y se lo había apropiado para él mismo. Nunca se arrepentiría de pasar el resto de la eternidad con su Ángel, porque su alma y su corazón le pertenecían, no había forma de contradecir esa parte del destino que los unía.

Eres... admirable. Te admiro y te amo tanto, Ángel Dust. Prometo cuidarte, respetarte y amarte por toda la eternidad. ¿Me aceptas como tú esposo?

Apenas mostró el anillo, su prometido extendió su mano hacia él. Ángel sintió como las calidas manos de Alastor envolvían la suya, protegiendolo y amándolo como siempre lo hacía.

Si, acepto.

El ciervo deslizó el anillo por su dedo. Y cuando apartaron sus manos, Ángel lo abrazó con fuerza y besó sus labios con pasión y el desbordante fuego que estaba creciendo en el interior de su espíritu. Su esposo envolvió su espalda y cintura entre sus manos, cerraron los ojos sin dejar de besarse y de demostrar su absoluto amor y lealtad, el uno por el otro.

30 Días OTP / RadioDust Donde viven las historias. Descúbrelo ahora