Día 8: Bajo un paraguas

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Mierda, ¿Precisamente ahora?

Trató de escabullirse debajo de un techo de algún viejo negocio, pero no había nada cerca y las gotas de lluvia lo mojaron sin poder evitarlo. Gruñó del enojo y se tapó los oídos con sus manos, mientras el resto de sus brazos abrazó su propio cuerpo. Esos malditos truenos y relampagos no lo dejaban en paz, los detestaba porque sus sentidos de araña eran muy sensibles a esa clase de lluvias torrenciales.

¡AH! ¡La humedad y el sonido fuerte! ¡Lo odio!

— ¿Se siente mejor así?

Una delgada pero veloz sombra se manifestó detrás de él, extendió un paraguas por arriba de su cabeza y se encargó de protegerlo de la lluvia. Alastor se apegó a su cuerpo mojado, para que ambos se protegieran del agua que seguía cayendo. Pero Ángel se aferró a su pecho y escondió su rostro en su hombro, asintiendo un par de veces.

Si, mucho mejor. Gracias, amor.

Permanecieron en silencio, escuchando como las gruesas gotas rebotaban sobre los charcos y como el agua fría se deslizaba por las calles de semento. La araña no se separó del abrazo, pero aún así, espió de forma curiosa el semblante de su pareja. Alastor observaba bastante a gusto la forma en como las gotas caían sin cesar, sintió su cuerpo relajarse ante el sonido suave del agua.

Te gusta la lluvia.

Ángel descubrió esa obviedad, parpadeando con sus grandes ojos y mirando la expresión tranquila y vivaz del hombre radio. Y por supuesto, el ciervo le observó de reojo con una grande y encantadora sonrisa.

Admito que el clima nublado y fresco es mi favorito.

Pero al sostener más fuerte la cintura de su Ángel, pudo palpar su forma de temblar por el frío. Estaba mojado y las gotas heladas de deslizaban por su piel. Cada vez que un trueno caía, de estremecía de pies a cabeza y jadeaba bajito, como si no quisiera admitir todo lo que le afectaba una simple lluvia. Se preocupó, se acercó a su mejilla para besarlo y brindarle cariño.

Pero es mejor que volvamos. Te hace daño.

— No...

Murmuró Ángel tratando de que sus rodillas dejaran de temblar. Posó sus puños contra el pecho fuerte de su ciervo y sonrió con demasiada dulzura hacia su novio.

Me gusta verte feliz. Estaré bien.

Ante tales palabras gentiles y lindas, Alastor sintió su corazón estrujarse en pura muestra de conmoción. Le negó con la cabeza y se aferró incluso con más fuerza a su delgado cuerpo para brindarle todo su calor corporal. No podía permitir que la nobleza de su corazón se arruinara. Esa parte que solo le mostraba a él, la parte más sensible y amable que solo le exponía a él. Debía conservarla como el tesoro más valioso que alguna vez hubiera existido.

Nunca coloques mi bienestar antes que el tuyo. Jamás.

— Pero, Alastor...

El demonio radio no le dió ni siquiera una fracción de segundo para protestar. Se acercó a sus labios y lo besó debajo de la sombra de su paraguas, debajo la lluvia torrencial que no se detenía. Sus labios estaban helados, estaba frágil. Necesitaba cuidar de esa parte de él, no importaba todo lo que le costara. Se separó del beso con mucha lentitud y sujetó su mejilla, regalandole una expresión dulce y enamorada.

Tu piel está muy fria y no quiero que enfermes. Aferrate a mi, volveremos a casa.

Y Ángel se le quedó mirando por pocos segundos, antes de asentir y sonreírle como únicamente le mostraba a él. Volvió a abrazarlo y a sentir el precioso calor que desprendía su cuerpo.

Nunca te soltaría.

30 Días OTP / RadioDust Where stories live. Discover now