Cuatro

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¿disculpe? y-yo no sé de qué... — el peligrisáceo levantó la cabeza de la mesa horrorizado. —  y-yo puedo pagarte si eso es lo que quieres... — manifestó metiendo las manos a sus bolsillo buscando dinero.

— Volkov, tranquilo, no quiero nada. Me gusta el rollo del amor libre y eso. — aclaró calmado el torrente tomando asiento en la mesa. — pero a cambio podrías contarme todo el chismosa, que vaya que estoy interesado. — le confesó sujetando su rostro sobre la mesa y esperando una respuesta con atención.

— La verdad ni yo sé que está pasando...— confesó ahora un poco más calmado aún mirando su reflejo en la navaja — él apenas me vio comenzó a coquetearme y no sé explicar que fue lo que hice...

— Bueno, haz estado haciendo cosas impulsivas desde la muerte de ...— Volkov lo interrumpió.

– Porfavor no digas su nombre, yo sé que sólo... — su nariz le pico, sus ojos se cristalizaron y suspiró agotado, para luego mirar su brazo vendado abajo de su manga — no he hecho nada bien, pero lo extraño...

– Pues como todos ,joder el debe estar extrañándote también, si es que cielo existe. — Le consoló el torrente con un tono de voz compasivo.

— Si el cielo y el infierno existieran, estaría en el infierno te lo aseguro — aclaró el ruso ya con lágrimas en los ojos y con una risa leve. — bueno, da igual. – dijo limpiándose con la manga sus lágrimas.

— ¿Estás seguro?

— Sí, yo no sé que mierda hice hoy, tal vez me despidan pero ya a este punto no me importa mucho nada... — le confesó al torrente.

— Espera, ¿Seguirán quedando? El superintendente los puede descubrir — preguntó algo espantado el torrente.

— Si no lo hago de todas formas él le dirá a su padre — le respondió jugando con la navaja para luego mirar al torrente confundido — ¿Y tú... nos viste cuando...?

— A la próxima piensa quien puede tener las llaves de la habitación y sólo te vi encima de el, y créeme que con eso me sobra y basta.

— joder... — expresó molestia el peligrisáceo tapándose el rostro de la vergüenza.

— Tranquilo, pídeme ayuda para lo que sea — empatizó el torrente.

— Gracias — sonrió ampliamente.— y no le digas a nadie, ni a greco, ni a Paolita, ni a nadie, Por favor — le pidió con una mirada suplicante.

— Sí, sobre eso...

— ¿Qué sucede? — le preguntó asustado.

— Greco pues, estaba conmigo cuando los vimos. — contó el policía.

— Mierda — insulto el ruso – maldita sea, si le dice a alguien estoy acabado.

— Lo dudo, después de veros se tapó los ojos y dijo muchas veces; "no he visto nada, no he visto nada" — le dijo el torrente imitando a la perfección a Greco.

— Joder, espero que no diga una mierda, mañana hablare con él.

— Sí, bueno... — divagó el mayor — es mi turno de noche, yo guardo las armas si quieres — le propuso al comisarío amablemente.

— Gracias por... — habló el ruso — todo, necesitaba hablar con alguien.

— Ya vete coño, y toma una ducha que ver caricaturas chinas te hace oler a pura mierda.

– ¡Japonesas! – corrigió dándole la espalda al torrente antes de salir por la puerta.

Apenas salió de comisaría pudo ver a los dos hermanos en el auto hablando mientras reían y Horacio subía él volumen de la radio.
Gustabo se fijo en Volkov en la entrada de comisaría mirándolos desde el auto y le dió un golpe con el hombro a Horacio para que este también le viera.

The police cry a lot [Volkacio]Where stories live. Discover now