Ocho

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Fue difícil, más que difícil, casi imposible para Horacio averiguar en donde vivía y que Volkov pudiera caminar bien hasta la entrada de su puerta. Logró averiguar el número del departamento llamando a Greco cual no pudo evitar reírse de la situación y que en cuanto viera a Volkov, no dejaría de molestarlo.

Cacheo a su comisario lo más levemente que pudo ya que borracho, era bastante amoroso y se tiraba encima suyo por el mas mínimo de roce que tenía con el menor. Cacheó en todos sus bolsillos hasta encontrar las llaves de su departamento, puso la llave en la cerradura y abrió la puerta con Volkov colgando de su cuello.

— Joder...— expresó Horacio al ver el departamento por dentro.

Era exactamente como se lo imagino. Un estilo minimalista, ordenado y... costoso, era evidente que el cnp daba buena pasta. Arrastró como pudo a Volkov que colgaba de su cuello con un sólo brazo, pesaba un montón y no se esforzaba mucho por caminar pero logró cruzar a hasta lo que supuso era el cuarto principal.

Horacio llevó a rastras a el ruso hasta su cuarto. Abrió la puerta, más preocupado de no soltar a el hombre de sus brazos y que se estampara en el piso. Hasta que vio el cuarto de Volkov.

No podía putas creérselo.

— ¿Qué cojones? — preguntó impactado sin poder quitar la vista de cada esquina de la habitación.

El cuarto del comisario era casi rosa, no combinaba para nada con la personalidad que aparentaba tener. No despegaba la mirada de las caricaturas japonesas por todas las paredes , figuritas y peluches de estas mismas.

Él menor sólo examinó con la mirada todos los posters y figuritas que tenía antes de dejar a Volkov en la cama.

Recordó el peso que colgaba de sus hombros, el ruso seguía abrazado de su cuello adormilado y mareado. El menor hizo fuerza para tomar la mayor parte de su cuerpo y colocarlo suavemente en su cama para tapar su esbelta figura con las mantas encima de su cama. Se veía mas guapo de lo que ya era mientras dormía; pensaba Horacio mientras suspiraba al verle.

Aún así seguía impactado por los gustos de su reciente amante, siempre pensó que era más de cosas... serias. Empezó a ver sus figuritas dando pasos lentos por los estantes hasta que sintió algo en sus piernas, algo suave que se paseaba por debajo de sus rodillas. Era una cola, una cola peluda de una gatita que maullaba por comida y se paseaba por la habitación.

La gata se apoyo con dos patas encima en el de moica, maullándole, a lo que Horacio la tomó en sus brazos y la llevo a lo que creía que podía ser la cocina para buscar la comida de gato.

Abrió los estantes en busca de la bolsa con comida para la gatita que no dejaba de maullar levemente y mirar atenta a lo que ella creía que era su nuevo dueño. El sólo procedió alimentarla, dejándole su comida en su plato, que tenía el nombre de; Mika, como también aparecía en su collar rosa.

Le acaricio suavemente el lomo con su pelaje blanco, y la miro de patas a cabeza, se notaba que estaba muy buen cuidada, a pesar de estar muy hambrienta. Terminó su comida y empezó a pasearse por las manos de Horacio buscando más mimos.

De la nada empezó a caminar lentamente hacía la habitación llena de caricaturas japonesas, donde se encontraba su comisario durmiendo. La gata inmediatamente se acurruco para dormir en la esquina de la cama plácidamente, hecha bolita y con sus grandes ojos azules reposando.

Horacio se quedó en el marco de puerta viendo la escena, pensando en todo lo que ocurrió y descubrió hoy. Ni si quiera estaba seguro de agradarle al comisario, tal vez se sentía solo y estaba buscando un paño de lágrimas cual usar, tal vez lo estaba usando o tal vez estaba enamorado de él, aunque era poco probable.

The police cry a lot [Volkacio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora