Seis

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— ¿Estás de coña? ¿No? — preguntó con una ceja levantada el segundo comisario.

— Negativo. — respondió con mayor normalidad el ruso, mientras veía las cámaras con atención por si llegaba el hijo de su jefe.

—  P-pero — habló perplejo Greco — eres gigante hombre, es casi imposible que seas casto.

— ¿Qué tiene eso de malo? — preguntó con la mayor inocencia Volkov. — Nunca tuve tiempo para esas cosas. Pase mi vida en la militarizada.

— Ya entiendo porque te gustan tanto esas caricaturas japonesas.

— ¿Qué esta insinuando?

— Hombre, pues... tú sabes. — Greco hizo como que agitaba algo con su mano de arriba abajo.

— No voy hablar de mi intimidad, gracias. – evitó el tema el albino levantándose del escritorio para salir de la sala de monitores seguido de Greco que continuaba impactado.

— Ostia, ¿Alguna vez haz besado a alguien? — cuestionó mientras Volkov metía la cabeza en su taquilla buscando vodka.

—  Ya te conté que a Horacio.

— No, no, alguien además del hijito de papi conway.

— ¿Por qué tanto interés en mi vida privada? — dijo sacando dos botellas de Vodka blanco.

— Pues, ya sabes, tienes 38. Y tío, pues tienes bastantes pretendientes en la ciudad a decir verdad.

— ¿Y qué con eso?

— Pues ya sabes...— habló Greco antes de lo que interrumpiera el celular de Volkov que había recibido un mensaje. — ¿És el? — pregunto ilusionado.

— Afirmativo. — aseguró Volkov yendo a pasó rápido hacía la entrada de comisaría.

Ambos fueron hacía la entrada en el cual se veía un audi amarillo mal aparcado. Horacio estaba en la puerta de auto tratando de asegurarse que estuviera bien cerrado con un brazo y con el otro lleno de golosinas y cajetillas de malboro rojos.

— ¡Hombre! ¡Volkov!¡Greco! — saludó con una sonrisa Horacio caminando hacía los dos con los brazos llenos. El albino inmediatamente le ayudó con todas las cosas.

— Hombre, Horacio — le saludó Greco. — ¿Y todo esto? – dijo tomando los paquetes de cigarrillos.

— No lo sé... – contestó nervioso – yo, bueno, no quería llegar con las manos vacías. — aseguró con una sonrisa nerviosa.

Greco lanzó una risilla ahogada tapándose la boca para luego pegarle un codazo leve a su compañero, que no reaccionaba porque no dejaba calcular todo el dinero que debió gastar el de moica en cosas tan sencillas como dulces y cigarrillos.

— Oh, em... sí — reaccionó Volkov para colocar su mirada sobre Horacio que le prestaba atención desde que llegó – ¿Le apetece ir la entrada trasera?

— ¿Qué hay en la entrada trasera? – cuestionó el menor.

— Ahí Volkov le puede comer el morro. — se le escapó a Greco para luego reírse un poco y recibir un codazo del segundo comisario.

— Es que tu nunca cierras tu puta boca, Greco, joder. — le regañó el ruso casi furioso.

Horacio estaba más que confundido, lo suyo era secreto, el segundo comisario se supone que debería ser igual de fiel al superintendente que el primer comisario, pero al parecer ninguno de los dos cumplía bien su papel. Ambos ya sabían el secreto y por ende le mentían a su jefe.

The police cry a lot [Volkacio]Where stories live. Discover now