Dieciséis

2.5K 250 144
                                    

— ¿Cómo lograste pasar? — preguntó Horacio con preocupación.

— Fue fácil la verdad, los alumnos no son del todo listos y tengo amigos ems que me ayudaron.

— Conway te matará si te ve aquí...— expulsó Horacio con gracia.

— Jaja, yo sé, yo sé. — respondió acercándose a el muchacho.

El menor se quedó rojo y algo... extraño. Como con un mal sabor de boca.

— ¿Haz hablado con Conway? — preguntó Volkov.

— Hace unas horas me enteré de que lo sabe.

— Que putada.

— ¿Qué putada? — repitió el menor casi exaltándose.

— Coño, sí.

— Perderás tú empleo, Volkov. — dijo con preocupación.— ¿Y solo lo ve como una "putada"?

El ruso procedió a chasquear la lengua, sacarse el chaleco antibalas y las botas. El traje de geo era incómodo pero de todas formas directamente se acostó en la camilla de Horacio con la cabeza en la almohada. Tan sólo suspiró y Horacio se tumbo junto a él mirándose frente a frente.

Así mismo recordó lo atractivo y tierno que era Viktor.

— Desde que lo conocí ya no soy un adicto al trabajo, Horacio. — admitió.

— ¿Eso es como un gracias? — preguntó con inocencia.

— Quiero pensar que sí — respondió.— ¿Quiere saber porqué?

— Que va. — giró los ojos.

— Porque empecé a darme cuenta que usted me gusta mucho.

Inmediatamente quedó echo piedra, su corazón empezó a latir a mil por segundo para bombear sangre a su rostro, aunque no pudo evitar no acordase de todas las palabras crueles que había escuchado decirle con esa voz sosa pero atractiva.

— ¿Y por qué me dijo todas esas cosas? — suspiró.— me hirió Volkov.

Viktor bajo la mirada algo avergonzado al recordar todo lo que había salido por su dicho. Si él fuera Horacio no le volvería a hablar en su vida.

Pero Horacio, era Horacio, después de todo.

— Porque le tengo miedo. — admitió apenas.

— ¿A mi?

Asintió tranquilamente con la cabeza mirándole a los ojos.

— Pues que mierda de comisario. — Volkov rio silencioso al escuchar eso. — Soy lo que menos da miedo en esta ciudad.

— Pues ya quisiera, tío.

El de cresta desvió la mirada y frunció el ceño.

— ¿Y Por qué le doy miedo?

— Porque no me había pasado esto en mucho tiempo.

— Que putada. — contestó tratando de cortar la conversación. Era obvio que le diría algo lindo.

— Si algo le pasase por mi culpa, no me lo perdonaría. — Ahí estaba.

Horacio dejo de mirarle a los ojos y con una mano se levanto a medias de la cama para mirarle con enojo.

— ¿Por qué coño todos piensan esa mierda? No soy un jodido blandito, no tengo puto dieciséis años — alegó con desesperación.— soy un maldito adulto que sabe cuidarse.

Volkov apoyó el codo contra la almohada sujetando su cabeza mientras miraba con una sonrisa a Horacio. No recordaba que el comisario sonreía.

— De eso me he dado cuenta. — habló Viktor aún tumbado. — por eso quiero que usted se convierta en mi novio.

— Joder. — bufó sin poder mirarle a la cara.

— ¿Eso es un sí?

Mordió su labio indeciso y bajo la mirada.

— ¿No se arrepentirá? — le cuestionó con un tono bajo.

— No se me pasaría esa mierda por mi cabeza. — aseguró.

Horacio estaba tan jodidamente avergonzado, era la primera vez que tenía un novio formalmente, después de tantas aventuras y polvos. Logró enamorarse. Ojalá Volkov le de la mano y le bese la frente.

— ¿Qué sucede? — sacó el mayor. — ¿Tiene fiebre?

— No, no, no — respondió el chico. — Yo no sé que decirle...

— Horacio...— le mencionó con un tono tanto atrevido.— ¿Usted no estará avergonzado...? ¿no?

Guardó silencio y se tapó la boca sintiendo la ardua temperatura de su piel. Volkov comenzó a reír.

— Ven aquí, gilipollas.

Tomó la nuca de Horacio y la acercó a su rostro. Después de tiempo, juntaron ambos labios tibios y suaves como una bolsa llena de agua tibia, lo que era raro, Volkov estaba ardiendo y Horacio estaba helado, inclusive la mano pálida que sometía fuerza en la nuca del menor para hacer un beso mas intensificado estaba caliente. Se sentía como una manta en verano.

Su labios se buscaban uno con el otro mientras los dos comenzaban cortar la distancia de sus cuerpos. Sin previo aviso la pierna desnuda debajo de la sabana y bata de hospital se había colado una mano. Se alarmó ya que estaba helada nuevamente.

Volkov estaba listo, quería hacerlo y más con Horacio. Había fantaseado tantas veces con la situación, sus gemidos oídos hasta fuera del hospital por su culpa. Sin mas la mano se dirigió a su entrepierna después de una jornada de besos húmedos.

Horacio temblaba.

Volkov inmediatamente se separó al ver lo nervioso que estaba, pero no estaba nervioso, estaba llorando.

— ¿Horacio? — embozó el ruso tomando su rostro y limpiando las lágrimas con su pulgar. — ¿Qué sucede?

— Necesito que me lo diga esta vez, no tolero más esta mierda Volkov. — respondió con desesperación.

Volkov no entendía de que hablaba.

— Necesito que me prometa que nunca lo volverá a hacer. Necesito que saber que usted me ama lo suficiente para no hacerme algo como eso.

— ¿Eso?

— A dejarme solo, coño.

La manga baja de la camisa de geo estaba mas negra, Volkov sangraba.

— ¿Qué sucede, Viktor? dígame joder.

Había perdido las veces que Volkov evadía esa pregunta, las veces que cuando intentaba sacar tema y decir por lo cual estaba pasando a alguien terminaba con un; "olvídalo, no es nada"

La carta aún no llegaba, eso era alivio, ya que no tenía pruebas. Odiaba rusia.

— Abrázame, Horacio, por favor. — suplicó.

El menor estaba tan asustado, pero no sabía si de recibir una respuesta o no recibir ninguna, temblaba y sus ojos estaban cristalinos. Viktor lo rodeo con sus fornidos brazos y este acepto un tranquilo abrazo, que relajó a ambos.

Sus temperaturas se combinaron, y permanecieron ahí, colgados uno del otro.

— Lo amo, Horacio.

— Lo amo más Volkov.




—————
si me mato esta semana hagan un creepypasta de esta cuenta xfa

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 03, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

The police cry a lot [Volkacio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora