8. Alivio o decepción.

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Ian Davis

—Hijo, vamos, baja a desayunar— me exaspero cuando Verónica abre bruscamente las cortinas de mi habitación, dejándome ciego durante unos segundos.

Por estas mierdas odio que mis madres tengan las llaves de mi casa y se limiten a presentarse cuando les sale del mismísimo.

— Cierra la cortina— me cubro los ojos, molesto, tratando de luchar contra las fuertes punzadas en mis sienes.

Como siempre, hace caso omiso a mi demanda y continúa con todas y cada una de las cortinas. Quiero pedirle a Rocco que baje las persianas, pero tengo la garganta seca y a la vez soy consciente de que no servirá de absolutamente nada.

El repiqueteo de otros tacones avanzando por el pasillo llama mi atención y no debo levantar la cabeza para saber a quién le toca intervenir ahora; Alana.

— ¡Ian! — levanta la voz— La habitación apesta a tabaco y alcohol.

— Madre, ayer era un jodido viernes...— me harto cubriéndome con la almohada.

— Y hoy es sábado, cariño enhorabuena, te sabes los días de la semana. ¡Ahora levanta!

Se acerca para arrebatarme la cobertura, destapándome.

— Vamos, mi vida, deja que se prepare — se dirige a Verónica— E Ian, tienes 10 minutos para ducharte, vestirte y bajar a desayunar. Tenemos que hablar.

Maldigo ganándome una mirada de desaprobación y en cuanto salen por la puerta, luchando contra la resaca y el peso de mi propio cuerpo, consigo meterme en la ducha. El jodido mito de que el alcohol caro puede lograr que no tengas resaca es pura mentira, aunque obviamente no puedo afirmar que esto solo se deba al alcohol.

Tras la ducha, bajo las escaleras y mis madres se encuentran esperándome mientras Raúl pone la mesa. Raúl es el tipo que se encarga de algunas labores domésticas y con el paso de los años se ha convertido en un imprescindible y más o menos un confidente. Y hago hincapié en el "más o menos", porque no es que yo sea el mayor conversador de la historia pero él sabe de mis mierdas, lo cual resulta ser más que suficiente para desarrollar las funciones que debe.

No vive conmigo porque soy una persona que odia la invasión e intrusión de su espacio personal, sin mencionar que además él tiene a una familia. Su mujer e hija residen muy cerca de aquí, así que simplemente realiza sus labores y se marcha.

Le saludo con un asentimiento cuando me repara.

— Buenos días, Ian— repone con una sonrisa exagerada.

— Cuando termines puedes marcharte.

Hoy es sábado y siempre menciona "casualmente" que su hija tiene las competiciones de atletismo los sábados, así que le permito marcharse antes, y no, no lo hago por él, sino porque los días en que me quedo en casa prefiero estar solo. Sin mencionar que la gente con hijos es muy pesada queriendo estar con ellos todo el rato.

— Muchas gracias, terminaré esto en unos minutos.

Le hago saber que lo he oído y procedo a sentarme en la mesa, analizando la expresión de mis madres, tratando deducir de que puede tratarse esto.

— ¿Qué pasa?— comento mientras tomo un vaso de zumo.

Las punzadas en las sienes amenazan con explotarme el cerebro y la bebida me sabe a poco.

— Cariño, sabes que tú madre y yo volvemos a Los Ángeles esta noche— explica Verónica con un deje triste.

— ¿Y?

DUPLO [+18]✔️  [I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora