DUPLO [+18]✔️ [I]

11. ¿A cuánta gente impresionarías?

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Summer Hill

— ¿Estás nerviosa?— indaga Cori.

— ¿Nerviosa?

— Bueeeeno, hoy es tu primer día trabajando para el señor Davis, y pasarás más tiempo con él...— en definitiva ella no se rinde.

— ¿Vas a dejarlo estar algún día?— resoplo— Me tienes hasta el coñ...

—Tienes que mejorar tu vocabulario...— me corta Daryl mordisqueando un croissant.

Estoy intentando fuertemente ser mejor hablada y para ello Daryl me está ayudando.

Por ayudando me refiero a que me mira mal o me pide un dólar cada vez que suelto alguna grosería, aunque debo aclarar que rara vez se lo doy, me habría gastado ya los 50 mil dólares.

— Respondiendo a tu pregunta— continúa Cori—, lo dejaré cuando admitas que te gusta.

— No me gusta— me exaspero.

— Eso serviría si no te conociera mejor que a mí misma y es evidente te pone.

— Ponerme me pone y esa fase ya la habíamos superado— repito por enésima vez—, pero gustarme no me gusta más que para partirle la nariz.

— Ya veremos— sueltan los hermanos al unísono haciéndome bufar exasperada.

— En fin, ¿estoy decente?— volteo para que estudien mi atuendo, cambiando de tema.

—¿Vas a ponerte eso?— la mirada de horror de Cori no me pasa desapercibida ni aún cuando trata de disimularla sorbiendo su café.

— Sí ¿y?

— Llevas vaqueros, y zapatillas...— replica poniendo una mueca.

— ¿En serio?— finjo sorprenderme— Júralo.

Le arrebato la magdalena que está a punto de morder y me la llevo a la boca.

— ¿Qué le pasa a las faldas y los tacones de tu armario?

— Me los volveré a poner cuando vuelva a tener un trabajo estable, con gente a la que no odie— sentencio — Me largo. Deseadme suerte... O lo que sea.

— ¡Suerte!— responden al unísono.

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Más de media hora más tarde me encuentro frente a la inmensa puerta principal y no negaré que se me hace extremadamente raro tener la potestad de abrir la puerta con llave.

Intuyo que no voy a estar sola porque soy consciente de que el señorito debe tener montones de empleados, lo que no sé es cuántos estarán al tanto de mis invasiones puntuales o a cuantos me encontraré hoy.

No tengo que empujar la puerta al abrirla porque Amin es quien tira de ella desde dentro, recibiéndome y dándome a entender que ha estado esperando mi llegada.

Su particular sonrisa seria y profesional asoma y no puedo evitar evocar el maldito tatuaje que comparte con mi padre.

— Buenos días señorita Hill, la estábamos esperando — su cuerpo se inclina en una media reverencia.

Cuánta finura, no me acostumbro.

— Buenos días, señor Bounem— saludo—. Y llámame Summer por favor.

— Entonces usted llámame Amin — ríe.

Ignoro el usted, porque entiendo que le puede costar un tiempo adaptarse, y asiento.