12. Gabriel.

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Summer Hill

     — ¿Esto es todo lo que tienes?— inquiere Ian de mala gana y me abstengo de bufarle en la cara.

Parece que hoy ha sentido el deseo de incordiarme porque sin tocar a la puerta siquiera se ha limitado a entrar, interrumpiendo mi concentración y ha decidido sentarse en el asiento que tengo enfrente, para comenzar a toquetear todo lo que tengo sobre la mesa.

Dos semanas más han transcurrido y apenas he usado este despacho puesto que la mayoría del tiempo trabajo desde casa, y lo prefiero así, aunque estos últimos días si he estado realizando mis labores desde aquí y debo admitir que el lugar me encanta.

Todo se muestra impoluto, la habitación es gigante, luminosa, el vidrio me brinda una vista de en sueño y el silencio es realmente agradable.

La estantería repleta de libros al fondo de la sala hace que me cuestione si él los habrá leído todos pues si bien los prejuicios son malos, no tiene el aspecto de alguien que acostumbre a leer.

— ¿Estás de broma? — rebato.

Sus ojos me aniquilan y el semblante serio se potencia lo cual desde luego me reitera que no está de broma, por lo que prosigo:

— Entiende que no es sencillo llevar las riendas del trabajo cuando el elemento principal decide no implicarse— le señalo con obviedad—. No ayudas, es más, no me has dado una sola pista sobre lo que te gusta— increpo —. Así que sí, eso es todo.

Me repara hastiado antes de recostarse contra el asiento, flexionando las piernas y cruzándose de brazos. La camisa remangada se tensa sobre sus bíceps y desvío la mirada no queriendo dar demasiada rienda el efecto que causa.

¿Lo hace apropósito, porque sabe el efecto que tiene o realmente son gestos inocentes y yo estoy tan cachonda que a todo le busco la connotación sexual?

—Por un momento creí que tu insolencia no estaba ligada a tu incompetencia.

— ¿Disculpa?

— ¿No me has entendido? He dicho que creí que a pesar de ser una impertinente no serías una incompetente...

— He comprendido perfectamente lo que has querido decir, capu...— me detengo recobrando la compostura— Ian. El caso es que no soy una incompetente.

—Estaré encantado de comprobarlo, entonces.

No respondo puesto que el duelo de miradas que compartimos habla por si solo. No me rindo, no me intimida mantener mi atención sobre los glaciares que toman sus ojos, a pesar de que estos son los más hermosos que he visto en mi vida. Es una pena que sus pupilas estén dilatadas siempre que me permito admirarlos, siento que le resta esencia al color.

Resopla de manera tediosa dando por finalizado el "enfrentamiento" y decido quedarme con la leve satisfacción de que esta vez he ganado yo.

— Creo que el hecho de que trabajes desde tu casa influye en tu rendimiento, así que a partir de ahora trabajarás aquí.

— ¿Qué? ¡No! — rebato a la defensiva— Eso no formaba parte del plan inicial.

— Pues ahora sí— la comisura de sus labios se alza ligeramente acompañada una mueca altanera.

— ¿Esto es un truco que tiene la intención de mantenerme cerca porque te has dado cuenta de que estás loco por mí?— le molesto.

— No seas ridícula— se endereza en su asiento.

— ¿Entonces a qué viene que ahora me ofrezcas quedarme aquí?— inquiero posando mis codos sobre el despacho— No es secreto para nadie que detestas la compañía... Y me detestas a mí.

DUPLO [+18]✔️  [I]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ