Capítulo 16

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15 de abril de 1816

Era de noche, estaba sentada en el balcón, ya tenía mi ropa para dormir puesta. Los bebés dormían plácidamente, sin embargo, yo no podía. Tomé un poco más de agua de la copa que tenía en mano. Mañana era mi último día en Winchester, estos días han sido muy relajantes, alejada de los tíos de Damien, quienes empezaban a comportarse raro. 

Me puse de pie, y levanté mi mano izquierda con mi anillo de matrimonio, que brilló bajo la luz de a luna. Recordé cuando fuimos a elegir los anillos, debí de apreciar más esos momentos.

Así, me fui a la cama, tenía que dormir para disfrutar el día de mañana.

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16 de abril de 1816

—Deberíamos de visitar a la tía Caroline.—dije a mi madre, que sólo leía un libro.

—No creo, debe de estar ocupada, familia de John viene.

—Oh, bueno.

—Te ves muy cansada, ¿has dormido bien?

—No muy bien, pero, no te preocupes.

—Le diré a la señora Hathaway que te dé un té.

—Tranquila, no es nada.

—¿Ya arreglaste tu viaje de regreso a Wellington?

—Aún no, lo haré en unos momentos.

Asintió y siguió en su libro, a lo que yo seguí con mi cuaderno.

Estaba tan absorta en mis pensamientos, que no me di cuenta cuando mi madre me hablaba.—Camille, hija, ¿estás bien?—preguntó preocupada.

Sacudí un poco la cabeza.—Perdón. No hay de qué preocuparse, sólo me perdí por un momento en mis pensamientos. ¿Qué me decías?—dejé el cuaderno a un lado.

—Te estaba preguntando sobre cómo te ha ido en Wellington. ¿Te tratan bien?

—Oh, eso. Bueno, supongo que nada es perfecto, a decir verdad, pero tampoco me puedo quejar, tengo alimento y techo, para mí y mis hijos, eso me debe de bastar.

—Pero, no eres feliz.—hizo una mueca.—Me gustaría verte más feliz.

—¡Claro que soy feliz! Tengo a mis hijos sanos, eso me debe de bastar.—aunque me falte Damien.

—Hija, sé que te hace infeliz tener a tu esposo así.

—Trato de no pensar en ello.—suspiré.—Pero, sigo con lo que tengo.

Me sonrió y estiró su mano hacia la mía.—Te quiero mucho, Cam. Admiro tu fortaleza.

—Gracias.—apreté su mano.

Era mentira que trataba de no pensar en Damien, pienso en él mucho tiempo, casi todo el día. Era infeliz por esa parte; pero es verdad que, tener a mis bebés conmigo, era una gran parte de que no cayera en una enfermedad por estar así, ellos me daban la felicidad que alguien más me arrebató. 

En ese momento, levanté mi mirada hacia mi madre, quien leía muy concentrada, una vez más, su libro; me cuestioné acerca de porqué siempre me habían tratado más duramente. Ahora que estaba lejos de casa, no peleábamos, todo era amor entre nosotros, pero cuando vivía aquí, eran duros, tal vez no la mayor parte del tiempo, pero sí en muchas ocasiones. 

—Madre.—la llamé, sin despegar la vista de ella.—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Dime, te escucho.—cerró su libro y me prestó atención.

Olvidar Mi Honor (D.M.H. 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora