Capítulo 18

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La presión interna de Louis le hizo aparecer por la librería a primera hora de la mañana siguiente.

Sentía que le debía una explicación a Harry, algo que no sabía de dónde debía partir, algo que no podía ser completamente sincero, porque entonces tendría que ponerle su nueva novela delante y no había llegado aún ese pensamiento a él. Pero tenía que verle, marchase con la decepción del castaño la mañana anterior había hecho que su escritura esa noche, pese a ser buena y compleja, fuera arrasadora para él.

Sin embargo, Amalia estaba sola cuando se presentó en el comercio y no le recibió con una buena mirada, sino más bien con los ojos penetrantes y el rostro serio.

-Lo sé, ¿vale? Todo lo que me vayas a decir ya lo sé.

-Ya hablé contigo sobre esto. Es una buena persona, Louis.

Lo sabía, no hacía ser falta mala persona para no perseguir los sueños propios, de hecho normalmente las buenas personas acababan por dejarlo a un lado, más pendientes de sueños ajenos que de los que llenaban a uno mismo el alma.

-Todo lo que me digas- repitió, por si la librera tenía intención de continuar sacando virtudes del menor y ponerlas sobre la mesa.

-¿Entonces qué estás haciendo?- preguntó, sin esperar verdaderamente una respuesta a ello-. Hijo- le llamó, haciendo temblar a Louis por dentro-, no sé lo que ha podido ocurrir en tu vida para que tengas tantas trabas a lo incierto y a lo pasional, pero no puedes llevar a Harry a ese terreno, no puedes hacer que se escape de la luz para sumergirse en tus tinieblas.

-No es esa mi intención- contestó Louis, sin darse tiempo a controlarse a sí mismo.

-Lo sé, pero ocurre sin que nos demos cuenta. Ayer me dijo que no le trataste muy bien.

Louis quiso rechistar y decirle que le había dejado una de las cosas que más valor tenía para él, algo que le representaba de tal forma que la gente era capaz de ver sus oscuridades teniendo el libro delante. Nunca, a nadie, había dejado leer ese manuscrito, ni siquiera a Liam, y el gemelo, el que había impreso junto al que había dado a Harry, no tenía las anotaciones y los subrayados. Le había dado a Harry un pedazo de sí mismo. Pero nadie lo entendería si lo dijera tal cual, sin toda la explicación que conllevaba aquello.

Era, a pesar de ello, tan inteligente como para darse cuenta de que las palabras de Amalia tenían sentido y de que la mujer tenía toda la razón. Y aunque lo sabía, cuando Harry abrió la puerta, con un par de trozos de tarta en su mano y su mirada mañanera y llena de ilusión, esos pensamientos de la oscuridad, el dolor y el traslado, pasaron a un segundo lugar.

-Voy a dejaros solos un rato y voy a ir a desayunar al café. Harry, cariño, ¿te ocuparías de esto una hora?

-Y dos si te hacen falta- le dijo, dándole un beso en la mejilla al aproximarse a la salida.

Cuando se quedaron solos Louis se dio cuenta de que Harry también traía una carpeta.

-Es tu libro, ya lo he leído, no podía dormir teniéndolo sobre la mesilla, era como el corazón delator. Pero sigo teniendo las mismas preguntas que la primera vez que lo leí.

Harry sonrió, se encogió de hombros y avanzó hacia el mostrador, dejando la tarta sobre él y volviéndose para Louis de nuevo, que no se había movido ni un centímetro.

-No voy a hablar de él; he decidido que podemos hacer tabú tu literatura si hacemos tabú mi música.

-¿Cómo?- preguntó Louis, sin llegar a entender bien lo que le estaba proponiendo el menor.

Harry sonrió y se llevó un trozo de tarta a la boca con los dedos.

-No me importaría contarte lo que ha pasado en mi vida con la música, por qué estudié Derecho en Oxford y no me marché a dar comienzo a mi carrera, por qué canto en el café o por qué no me resulta oportuno lanzarme a una carrera musical. Pero no lo voy a hacer, va a ser tan tabú como todas las preguntas que tengo sobre tu novela y de las cuales no voy a saber nunca la respuesta.

El Café 17 - Louis y HarryWhere stories live. Discover now