Pasmada.

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Esa mañana se sentía tan agotada que estaba segura de que, si cerraba los ojos diez segundos, caería dormida. Mas no estaba arrepentida de haber dormido apenas unas pocas horas, habían valido la pena completamente.

Habían pasado la noche conversando entre susurros, se hacían preguntas aleatorias o contaban anécdotas de su pasado, en especial Jasper, quien había vivido un montón de experiencias inimaginables para Adara. Claro, el vampiro omitió algunos detalles dignos de pesadillas.

Adara escuchaba fascinada como el vampiro le platicaba sobre su tiempo en la guerra, lo diferente que era la vida hace casi dos siglos y como había conservado la mayor parte de su actitud.

—Si no me hubieras tomado por completo desprevenido, ese beso no hubiera sucedido hasta dentro de meses, y si viviéramos en mis tiempos habría sido después de mucho tiempo de tener citas con chaperones y después de haberle pedido permiso a tu padre. Aunque, claro, estamos en el siglo XXI y estoy aquí contigo, en tu habitación a altas horas de la noche.

Sonrió recordando el beso, mientras acariciaba el collar. Había sido torpe al principio, apenas tocando sus labios con los de Jasper, se sentían suaves y fríos, un escalofrío le había recorrido el cuerpo. El vampiro apenas y se había movido, aun sorprendido por la repentina acción, pero cuando Adara recargó sus brazos en los hombros de Jasper, se relajó, entreabrió los labios levemente y dándole una señal positiva a la humana, quien al instante supo continuar el beso, precavida de no hacer algo incorrecto.

—No puedes hacer eso, ¿de acuerdo? Nada de contacto físico sin avisar.

—Le arruinas lo romántico.

—Solo estoy tomando mis precauciones.

Después de eso no se volvieron a besar, aunque Adara moría de ganas. Estuvieron recostados, ella envuelta en las cobijas acariciando las manos de Jasper, uniendo sus dedos, por otro lado, él la observaba atentamente, memorizando los detalles de su rostro, ahora que podía tenerla cerca.

Cuando la campana sonó, salió entusiasmada del salón, casi corriendo a la cafetería, emocionada con la idea de poder pasar un rato con Jasper.

—Estas aquí. —reafirmó viéndolo.

Sobre la mesa que Jasper había elegido reposaban dos charolas, ambas con una minuciosa ensalada y agua embotellada.

—Te dije que estaría aquí.

Se levantó de su silla, haciendo hacia atrás una a su lado para Adara, se sintió una princesa cuando la acercó a la mesa en su asiento. Con el vampiro siempre se sentía todo irrealmente perfecto.

Adara comenzó a comer con calma, algo -muy- nerviosa por todas las miradas que estaban sobre ellos. Supuso que así le había pasado a Bella. Jasper acariciaba el cabello de la humana, tratando de desconectar sus sentidos del mundo y solo concentrarse en aquella chica. Debía aprovechar cada segundo que pasaba a su lado, no podía perder el tiempo analizando el mundo cuando tenía cerca a Adara.

—¿No te molestan las miradas? —preguntó.

Negó divertida y un poco exagerada, no quería que Jasper supiera lo nerviosa que estaba. Dejó un momento su comida para girarse y encarar al rubio.

—¿Sabes lo fabuloso que es estar sentada aquí contigo? Créeme que lo que menos pienso es en las miradas.

—Tu corazón se acelera cuando mientes. Es lo único que te delata.

—También cuando te veo... —razonó.

Se acercó lentamente, tratando de hacer evidente sus intenciones, quería volver a sentir los fríos labios de mármol de Jasper.

Jaspe.Onde histórias criam vida. Descubra agora