Treinta y cinco

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Conducía el Chevy con algo de lentitud, para disfrutar del recorrido

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Conducía el Chevy con algo de lentitud, para disfrutar del recorrido. En principio lo hacía a través de las calles de la cuidad donde me encontraba, es decir, a través de las calles de Buenos Aires; la mayoría de aquellas las recordaba pero, cuando había estado a punto de cruzar el imponente edificio blanco con forma de pirámide, aunque no tenía la forma clásica de esas edificaciones de Egipto, de forma repentina y mágica, me encontraba en la ruta 9, dirigiéndome al norte, pensando que si seguía de aquella manera, llegaría —al fin y al cabo—, al pueblo donde vivía aún mi padre. El entrañable pueblo de lima, parecía encontrarse a la vuelta de la esquina.

Pero lo que pensaba que sucedería, no sucedió en absoluto, por el contrario, el viaje en el coche llegó a su fin cuando arribé a una ciudad que desconocía. Dentro de mí mismo, de lo que cabía para tratarse de un sueño, quedé mucho más que sorprendido por el nivel de detalles que mi cerebro pudo llegar a imaginar sobre ese desconocido lugar. Tantos habían sido aquellos que mi mente había podido proyectar —por decirlo de algún modo—, que el lugar me pareció tan intenso como real. Luego, me dio la extraña —y no menos tétrica— sensación de que en realidad me encontraba allí en ese preciso momento; digo que tuve la sensación de que me parecía tétrica porque, verme rodeado por esos árboles secos, con las ramas desprovistas de hojas, le otorgaba algo obscuro y siniestro; era como si estuviera sacada de uno de aquellos cuentos de terror que tanto me encantaban leer cuando era chico. En ciertas ocasiones, tuve el peculiar presentimiento de que alguien me seguía, de que era perseguido, en realidad. A veces sentía que había alguien más conmigo y, en otras ocasiones, sentía que ese alguien se ocultaba entre las siniestras —y aterradoras— sombras de la ciudad, que se seguía ocultando bajo ellas mientras aguardaba que llegase una nueva oportunidad, esperando que, con lentitud pero mucha seguridad, llegara el tiempo para poder atacar.

Seguí conduciendo el auto a través de aquella misteriosa ciudad cuando, de la forma más sorpresiva que hubiese podido imaginarme, como si de la nada hubiera surgido, apareció un túnel ante mis ansiosos, estupefactos —y bastante temerosos de por sí— ojos. En esa parte, la oscuridad reinaba sobre todo y me fue incapaz de seguir maniobrando; las luces de los faros no respondían. Me vi obligado a bajar del coche para adentrarme en él ya que me pareció percibir unos ruidos extraños que provenían desde allí, en lo más profundo de aquel peculiar pasaje.

Pese a que no era mi intención hacerlo, porque debo admitir que me encontraba paralizado por el miedo, mis piernas comenzaron a moverse por sí solas, como si sus deseos fueran el de ir en contra de mi voluntad. Cuando recorrí un poco más de la calle, miré hacia atrás, por sobre mi hombro izquierdo. La niebla se había hecho presenté; había recorrido —al menos— media cuadra más a pie y había perdido el coche en ella, poco a poco, mientras lo devoraba con esa blancura infernal. «Me va a costar mucho volver a dar con él» pensé, considerando que se vería cada vez peor «Eso si es que regresas» comentó mi conciencia —o algo que habitaba más allá de ella—, de forma terrible, implacable.

Sin dejar de mirar hacia atrás, por si había alguien que me estuviera persiguiendo, avancé solo un par de pasos más. Entonces percibí las que me parecieron un par de voces, que provenían de allá adentro. Mi sobresalto fue tan terrible, tan repentino, que mi mirada volvió a recaer sobre el túnel. Sabía que la razón de todos mis temores, residía allí mismo, en el núcleo de aquella edificación. Ese era el corazón de las tinieblas y no podía ser de otro modo.

Loki (Wattys 2020 Horror)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz