Capítulo 6: El sello y la carta

1.7K 280 47
                                    

Los huéspedes estaban reunidos de nuevo en el gran salón, incluso Claire y Tadashi, a quienes el gerente había enviado a llamar. El Señor Mundo había irrumpido en la noche de nuevo, justo como un dios que con cada aparición divina detiene el mundo y la vida de todos sus fieles. Un sobre había sido arribado a las doce en punto y los presentes estaban desesperados por saber que decía. El ambiente había sucumbido ante el frío de la noche que no hacía más que aumentar con los minutos.

Claire intentó buscar a Pietro con la intención de hablar y terminó por divisarlo sentado junto a la chica de cabello rojo y nariz grande. Ambos compartían palabras y gestos a gusto, tanto que parecían no estar muy atentos al rededor. Sintió celos, un sentimiento que detestaba de sobre manera, sin embargo, aunque no iba a hacer ningún escándalo allí, ya sabía quién sería su siguiente entrevistada.

El gerente tenía el objeto en la mano. El sobre era exactamente igual que el anterior, tan solo que más pequeño. Recibió de manos de un ayudante el abrecartas y se preparó para usarlo, pero Claire lo detuvo en el primer momento de su accionar.

—¡Espere un momento! —exclamó, robando el sobre de las manos del hombre —. Puede tener algo que nos permita saber quién es el Señor Mundo —explicó, analizando el objeto.

La atención de la mujer se dirigió al sello del sobre, lo único llamativo que halló en el sobre. Era extraño. Con seguridad el Señor Mundo lo había diseñado porque ella jamás había visto nada igual. Había varios animales alrededor de un círculo que tenía cierta forma de planeta tierra, o al menos eso pensó.

Ordenó que el sello se pasara a cada uno de los huéspedes y ayudantes, buscando que alguien lo lograra reconocer, pero minutos más tarde regresó a sus manos sin ninguna respuesta. Frustrada, devolvió la carta al gerente para que la leyera.

Hasin Mhaiskar aclaró su voz mientras abrió el sobre con el abrecartas, luego extrajo una carta del interior. Le dio un vistazo rápido antes que todos los demás y sus ojos se abrieron como conchas en el océano.

—¿Es eso una carta? —preguntó sor María Paz, entrecerrando los ojos para ver mejor.

—En efecto —respondió el señor Ming, consternado por lo que pudiese anunciar.

—¿Cómo demonios el tal Señor Mundo sigue enviando sobres?

—Aparecen por todo el hotel. Los ayudantes las encontramos —respondió una chica con el uniforme del hotel.

—¡Eso no importa! ¡Hay que leer la carta de prisa! —ordenó el coronel Santodomingo con su voz gruesa.

El gerente asintió.

—Es ilusorio y demasiado infantil esperar que... que en tan poco tiempo sepan... sepan quién soy —leyó Hasin Mhaiskar —. Pero como soy... soy misericordioso y no... no me gusta ver a... a los buenos fallar, otorgaré una pista a... a la doctora Claire Jillian Davenport y... y confirmaré una sospecha que... que de seguro ya... ya tenía. Soy... soy... soy... —el gerente calló. Las palabras simplemente se bloquearon en su garganta palpitante de temor.

—Soy uno de los huéspedes —leyó la señorita Komarova, luego de haberse hecho con la carta que el gerente no pudo terminar de leer —. Firma Señor Mundo.

El gran salón explotó en las voces altas de los huéspedes que peleaban por hacerse oír y validar sus ideas frente a las ajenas. El gerente tocó la campanilla para evocar el silencio, pero nadie se preocupó en atender. Amelia Wilde estuvo a punto de desmayarse. Jacobo Santodomingo rompió un jarrón costosísimo de un puñetazo. María Paz Anaya se persignó y unió sus manos para llevar a cabo una oración febril. Quon Ming no dejaba de lanzar culpas por doquier y, en el fondo del gran salón junto a la chimenea, estaba Pietro en total silencio. Tadashi Kurida y Dahlia Blackwood ya no se encontraban en el lugar. Claire había ordenado que los entrevistados se dirigieran al restaurante francés de la otra ala del hotel Olympo para que la información no se filtrara. Más tarde alguien se encargaría de leerles la carta.

Olympo en PenumbraWhere stories live. Discover now