Capítulo 16: Lars Schlüter, el profesor

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Un señor de más de 60 años, con la cabeza calva arriba y llena de cabello en los lados que se fundía con una barba tupida y larga caminaba hacia ella. El hombre también llevaba unas gafas redondas de marco muy fino que eran las justas para leer todos los libros de la biblioteca circular donde se encontraban.

—Jamás nadie ha dicho que los grandes descubrimientos se dan en las bibliotecas a la media noche, pero yo digo, en mi humilde opinión, que no hay lugar más idóneo para la reflexión —dijo el hombre con una sonrisa —. Buenas noches, señora Davenport.

—Buenas noches, señor Schlüter.

—Puede decirme profesor. Esa es mi profesión. Yo por mi parte le diré... doctora, dado que también es su profesión. Una profesión que me causa infinita curiosidad y simpatía. —La voz del hombre no tenía ningún altibajo, era más bien profunda y adormecida —. Fue un crimen terrible lo ocurrido en las escaleras. Mi deseo de conocimiento no me permite evitar cuestionarme el porqué... Por ello vine tan rápido como me llamó... ¿Por qué cree usted que lo asesinaron, doctora? —Claire se limitó a encogerse de hombros mientras observaba el pasaporte del profesor —. Vamos, doctora, sé que tiene mucho por decir, lo noto en sus bellos ojos verdes. No tenga miedo, esto es en secreto de confesión. Si es usted la asesina, y por alguna razón los descubro en sus palabras, prometo llevármelo hasta la tumba.

El hombre causó en Claire una extraña empatía. Quizá fuese su barba, que lo hacía verse sabio, acompañada de sus gafas que le otorgaban cierta inocencia.

—No me gusta dar afirmaciones ni suposiciones antes de saber más sobre las cosas. El encargado de eso es mi esposo. —Sonrió —. Mi profesión me ha enseñado a escuchar y observar para luego diagnosticar. —El profesor asintió con otra sonrisa.

—Aparentemente me equivoqué. No supuse que fuera una mujer tan prudente.

—Lo soy cuando debo serlo, profesor Schlüter. Por ejemplo, en este momento, me desharé de la prudencia y le preguntaré sobre las estatuillas en su habitación. El gerente Mhaiskar recuerda que las mucamas dispusieron la de Hefesto en su habitación...

—La recuerdo... ¡Bella estatuilla aquella! Todo este hotel es muy exquisito en cuanto a decoración se trata.

—Gracias por su información, profesor.

—Con gusto, tan solo lamento no poder proveerle más información útil, ya que, antes de que lo pregunte como sé que lo hará, no escuché ningún grito, tampoco golpe alguno y menos percibí algo fuera de lo común. Cuando todo sucedió leía y como mi atención estaba algo inquieta decidí usar auriculares. Los sonidos de la naturaleza me ayudan a concentrar.

—Es una lástima que tuviese auriculares. Estoy segura que si no los hubiese tenido habría notado mucho más. Se ve que es alguien muy atento.

—Se necesita de atención y paciencia para ser un buen historiador. Por eso usted no hubiese sido una buena historiadora, doctora Davenport. Le sobra inteligencia y es buena prestando atención, pero carece de paciencia. Le gustan las soluciones rápidas. —Claire esbozó un gesto de curiosidad y el profesor comprendió que debía explicarse mejor —. No ha dejado de mover el pie hacia arriba y abajo, una muestra de ansiedad. Eligió ser psiquiatra, quizá, porque dicho campo del conocimiento rara vez cura, en su mayoría solo trata, por ello jamás se desespera ni pierde la paciencia, porque sabe que jamás llegará a ninguna solución con sus pacientes. Eso la debe mantener más tranquila.

—Y usted hubiese sido un gran psicoanalista, profesor Schlüter, pero decidió ser profesor de...

—Historia, por supuesto. Mi anhelo de conocimiento en masa me llevó a estudiar esta profesión y más tarde a enseñarla. Deseo saber por qué asesinaron al señor Henry Blackwood antes de dejar el hotel y si no lo logro me sentiré enormemente frustrado.

Olympo en PenumbraDär berättelser lever. Upptäck nu