Capítulo 21: Pietro di Marco Bartolini, el abogado

1.2K 232 53
                                    

—Di algo, Pietro, por favor...

—Simplemente no sé qué decir, Jill. La verdad es que lo imaginaba diferente. ¿Duraste con él medio año?

—No, no llegamos a los seis meses, fueron cinco.

—Discúlpame por sumarle un mes —respondió Pietro, sarcásticamente —. Así se escucha mucho mejor.

—No digas eso. Discúlpame tú a mí, Pietro, y hazlo en serio. No te merecías eso. Merecías algo mucho mejor. Merecías alguien que te respetara y que te amara sobre todas las cosas, más no alguien como yo que ante el primer desafió salió por la puerta en busca de alguien que te pudiese reemplazar temporalmente.

—¿Sabes qué es lo que más me duele, Jill? —preguntó Pietro y Claire se limitó a negar con la cabeza —. Que no sé por qué nunca pude sacar de mi cabeza el sentimiento de que fue mi culpa, y lo único que puedo pensar ahora, después de que me lo contaste todo, es que en efecto fue mi culpa.

—No fue tu culpa...

—Una parte de mi es consciente de ello, Jill, pero la otra se ensaña en recordar que si hubiese estado ahí para ti no hubieras salido con otro.

—¡Soy una estúpida, Pietro, eso lo sé! Desde el momento en que te conocí supe que eras el hombre para mí y lo arruiné sin siquiera un poco de vergüenza.

—Yo también oculté partes de mi vida, Jill. No eres la única. Si hoy estamos aquí, intentando sobrevivir a un loco que se apoda Señor Mundo, no es por la mala suerte, es debido a mí. Mientras tu salías con tu amante yo me encargaba de cubrir las andanzas y los errores de las empresas del señor Blackwood —confesó Pietro, observando al suelo. Ninguno era capaz de sostenerle la mirada al otro

—¿Qué hiciste, Pietro?

—Intenté alcanzar la cima y destruí a muchos en el camino.

Claire ya sabía que la entrevista con su esposo había dado inicio, pero aquí no había mucho que preguntar. Conocía a Pietro como la palma de su mano. Sabía que era oriundo de Florencia, Italia, que había viajado a varios lugares, se había educado en Estados Unidos De América, sus padres aun vivían y eran dos abogados retirados de renombre en Italia, tenía una hermana menor que vivía en Roma y era veterinaria y un hermano mayor inmiscuido en la política de Nápoles.

—Estoy preparada para lo que tengas que decir, Pietro. Hoy he escuchado demasiado sobre lo que podemos hacer para vivir con quienes somos... o más bien, con quienes aspiramos a ser.

—¿Y si te dijera que soy el Señor Mundo, también comprenderías? —. Claire sonrió, levantando una comisura.

—Acepté las pretensiones del tal Señor Mundo y los investigué a todos por dos razones. La primera fue porque si llegabas a ser el Señor Mundo podría ayudarte a escapar...

—¿Hubieses hecho eso por mí?

—Eso y mucho más. Piénsalo, hubiésemos escapado juntos y seríamos Bonnie y Clyde —. Ambos esposos rieron suavemente.

—¿Y la segunda? —Claire tomó aire antes de hablar.

—La segunda fue porque si no eras el Señor Mundo, deseaba con todo mi corazón que salieras de aquí sano y salvo, Pietro, aunque yo no corriera con la misma suerte.

Claire no pudo contenerse más y eliminó la distancia que había entre ella y su esposo, arrojándose sobre él para abrazarlo. Pietro no tardó en rodearla con sus brazos.

—Jamás debimos ocultarnos nada, Jill.

—Pero ya es muy tarde para eso —aseguró Claire, alejándose de su esposo y limpiando unas cuantas lágrimas que se habían desprendido de sus ojos —. Tengo que escuchar lo que tienes para decir, aunque ya puedo suponer donde entras tú en todo este embrollo.

Olympo en PenumbraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora