Capítulo 15: Los dioses olímpicos

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Claire abrió la puerta del despacho del gerente Hasin Bharat Mhaiskar, esperando encontrarlo allí dentro y en efecto ahí estaba el hombre, tras su escritorio, firmando unos papeles con un brillante y lujoso bolígrafo.

—Necesito las llaves de todas las habitaciones y también lo necesito a usted, gerente Mhaiskar.

El hombre envió la pluma a volar al tiempo que dio un salto, preso del miedo debido a lo intempestivo de la visita de la doctora. Se puso en pie rápidamente y envió una mirada de duda que le dio a entender a Claire que no estaba dispuesto a proveerle las llaves.

—Tuve la entrevista con Sor María Paz Anaya Villareal y fue bastante fructífera, pero más por lo que me dijo sobre usted que por lo que dijo sobre ella.

—Disculpe, doctora —titubeó el hombre.

—¿Con base en qué criterio ubica las estatuas de los dioses griegos en las habitaciones suite de los huéspedes?

—Es una... una tradición del... del hotel...

—Quiero saber por qué ubica las estatuas donde lo hace y no en otro lugar. No me importan las tradiciones del hotel.

—Generalmente es simple... simple azar, pero en... en esta ocasión, las reservaciones de... de los huéspedes venían con... con órdenes expresas de ubicar ciertas estatuillas en... en las habitaciones.

—¿Y usted simplemente aceptaba las reservaciones con pedidos tan extraños porque sí?

—No... no tuve opción. Mi... mi trabajo es complacer, señora Davenport, no... no puedo poner peros a... a los deseos ajenos. Me... me pagan por preguntar poco y hacer... hacer mucho. Además, no... no reviso cada reservación personalmente, estas llegan al... al hotel y se envían a... a las mucamas desde... desde recepción.

—¿En qué habitación ubicó esta estatuilla? —preguntó Claire, poniendo una estatuilla de una diosa sobre el escritorio con un fuerte golpe.

El hombre se inclinó para ver mejor, entrecerrando los ojos. Tomó el objeto de la mesa y lo examinó por un largo momento.

—Es Deméter —dijo, abriendo un folio repleto de papeles para buscar algo concreto que terminó por leer —. La... reservación de la... la señora Amelia Wilde decía que... que quería esa... esa estatua en su... su habitación.

—¿Esta es una tarjeta que me permitirá abrir todas las habitaciones? —preguntó Claire, acercándose a una bonita tarjeta dorada que colgaba de una pared.

—Lo es, pero le... le recuerdo, señora Davenport, que no... no debe irrumpir en la... la intimidad de los huéspedes. El hotel podría entrar en... en problemas legales...

—Nadie se enterará mientras mantenga a los huéspedes ocupados, se lo aseguro. Solo quiero ver las estatuillas de los dioses. —Se giró, arrebatando la estatua de manos del gerente, y se aproximó a la salida.

—Hay algo más que... que creo es... es prudente que... que sepa, doctora Davenport. Recién lo... lo noté al repasar los... los archivos del... del hotel.

—Dígame.

—Las habitaciones del... del primer piso, las que no... no son suites...

—Sí... ¿qué pasa con esas habitaciones?

—Fueron reservadas y... y pagadas para esta... esta noche. Por ello no... no hay más huéspedes.

—¿Todas?

—Todas y... y cada una.

—Claramente no es una coincidencia... ¿Por qué me dice esto hasta ahora?

—Porque los pagos se... se hicieron desde distintas cuentas y a... a distintas horas, lo cual fue... fue completamente normal. Supuse que los... lo huéspedes llegarían a lo... lo largo del día, pero ahora que lo... lo pienso a fondo, nunca... nunca llegarían, quizá porque una... una sola persona reservó todas las... las habitaciones.

—Y esa persona fue el Señor Mundo. No quería que alguien se entrometiera en su juego —aseguró Claire, totalmente convencida —. Revise mejor las llamadas y las cuentas, puede que encuentre alguna coincidencia que nos lleve a dar con el nombre del Señor Mundo. —El gerente asintió y volvió a su escritorio a la vez que Claire dejó el despacho.

La mujer arribó al gran salón y con un ademán le indicó a Pietro que se aproximara. El lugar cada vez estaba más vacío. Quedaban pocos huéspedes por entrevistar y todavía no tenía el nombre del Señor Mundo.

El matrimonio dejó al gran salón apresuradamente. Claire no deseaba que los quisquillosos huéspedes hicieran preguntas o cuestionaran sus métodos.

—Necesito de tu ayuda.

—¿Para que soy bueno? —preguntó Pietro, siguiendo escaleras arriba a su esposa.

—Para reconocer dioses griegos. ¿Recuerdas las estatuillas en nuestra mesa de centro? —El hombre asintió —. Hay una en cada habitación. Sor María Paz tenía la de Hestia y Amelia Wilde la de Deméter. ¿Cuáles estaban en nuestra habitación?

—Sin duda. Eran Apolo y Atenea.

—¿Son esposos?

—No, ni de cerca —respondió Pietro, cuando Claire utilizó la tarjera maestra para entrar en su habitación.

Las luces se encendieron automáticamente y permitieron que ambos dirigieran sus miradas a la mesa de centro sobre la cual seguían descansando dos estatuillas.

—¿Son las mismas que estaban antes? —interrogó Claire a su esposo, tomando las estatuillas para después entregárselas.

—En efecto.

—Pietro, necesito que tomes esta tarjeta, acompañado del gerente y revisen habitación por habitación, observando qué estatuas hay sobre cada mesa.

—¿Pero por qué tanto embrollo por unas estatuillas, Jill?

—La estatuilla de Deméter es el arma homicida. Pero la encontré en la habitación de sor María Paz a donde no pertenecía. Debía estar en la habitación de Amelia Wilde, como ya dije. Alguien cambió las estatuillas de lugar y necesitamos saber cuáles. Sabes más que yo de mitología griega y el tiempo se agota. Hace una hora me preguntaste si necesitaba de tu ayuda, pues ahora lo hago. Yo me encargaré de seguir con las entrevistas.

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Olympo en PenumbraWhere stories live. Discover now