『Capítulo IX: 06-96』

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Media hora antes de la hora acordada los 4 sub-tenientes del escuadrón 20-20 esperan en la entrada del taller, no pueden evitar mostrar su curiosidad y emoción, ya que el personal auxiliar son quienes realizan gadgets y armas para todos los militares sin importar el servicio que brindan.

—¿Son novatos? —preguntan a sus espaldas, los cuatro se giran para ver a dos sub-oficiales.

—Sí, somos los nuevos, ¿ustedes también son novatos? —le responde Ekai sin expresión en el rostro. Ellos asienten.

—Si quieren pueden entrar y ver los objetos en lo que esperan —pasan por su lado y escanean su identificación—. ¿Vienen? —se gira el más alto mostrando una sonrisa. Ellos se ven unos a otros antes de aceptar con la cabeza.

Entran al taller bien iluminado, donde hay varias habitaciones con muros de cristal que permiten ver a Tenientes trabajando en sus herramientas correspondientes, la blancura del recibidor hace resaltar la exhibición de armas y a las personas. Los cuatro se dispersan admirando la exhibición por curiosidad. Dekka se acerca a una vitrina observando una katana, su kami es colo negro y el mune grisáceo, fuerza su vista para leer la diminuta firma del artesano en el papel de la información, sabiendo al instante que es una antigüedad. Las espadas, armas de fuego, sables y las navajas pasaron a la historia a lo largo de los años, puesto la tecnología evolucionó a partir de ellos creando armas superiores acompañando a los dones. Dekka únicamente le tiene aprecio a lo antiguo gracias a la influencia de Enzo, ya que le encantan las antigüedades y la historia. Las armas “ordinarias” son el gusto culposo de Enzo, y Dekka sin saberlo tambien le tomó aprecio a ellas.

—Es hermosa, ¿no? —le pregunta un técnico a su lado, ella se gira para verlo. Abraham ve con afecto el bokutou en la cintura de ella.

—Es de un artesano muy importante de su época, si mi profesor la viera enloquecería —le sonríe Dekka tratando de ser amigable—. El bokutou me lo obsequió mi maestro cuando finalice mis practicas en el Kendo para practicar el Kenjutsu —le explica tratando de entablar una conversación. Aunque ella desconoce que el bokutou con su nombre grabado no fue un regalo de Enzo.

—Debe ser un buen profesor —sonríe Abraham cálido recordando a su profesor de la academia. Ekai camina hasta Dekka, viendo el primer prototipo de un cuchillo taser, el cual pronto estará en circulación para los militares.

—Imagino que también te ayudó con tu don, ¿no? —cuestiona Abraham viéndola curioso, la sonrisa se esfuma de los labios de ella, ese tema le incomoda por las reacciones ante su respuesta.

—Yo..., yo no..., no tengo... —aprieta los labios.

—No posee ningún don —habla Ekai atrás de él, no pudo evitar escuchar su conversación ni responder por ella al verla incómoda. Ekai es consciente que no le resulta fácil decir que es ordinaria, puesto ha presenciado algunos acosos por su raza.

—¿Eres de una tribu y no despertaste un don o...?

—Pues..., soy..., soy de una familia ordinaria —balbucea Dekka desviando la vista a la siguiente vitrina.

Ella no se avergüenza de ser ordinaria, se ama y ama sus raíces, el problema e inseguridad se debe a las reacciones al confesarlo. Tratando de distraerse ve la vitrina siguiente, mostrando los primeros prototipos de un arma “dotada”.

—Vaya —susurra Abraham, siente cierto desagrado de que sea ordinaria gracias a la ignorancia—, ¿realmente crees que eres apta para estar aquí? —su tono amable desaparece abriéndole paso al despectivo.

Dekka nuevamente es víctima del rechazo, sabe que pertenecer a la primera generación ordinaria de la milicia no será bien recibida ni aceptada por todos, no obstante es imposible que no le afecte.

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