un viaje al pasado

Mundos bajo tierra

Saori se había retirado poco tiempo después de haber terminado de hablar los asuntos que más solían rondar por su cabeza los últimos días, no contó nada acerca de sus recientes viajes al pasado a su diosa, aunque si le mencionó a Aome. La idea parecía haber agradado a Saori por poder tener cerca a otra chica con la cual poder compartir intereses, vivía rodeada de chicos después de todo, y las Amazonas se habían quedado en su mayoría en el santuario u otros centros de entrenamiento y sus intereses sólo se centraban en su bienestar. Le había dicho que podía traerla cuando lo deseara y eso le había agradado.

La conversación con su diosa había aplacado algunas de sus inseguridades y ahora se sentía más pleno, sintió que un peso que cargaba se esfumó, aunque si era honesto consigo mismo sólo intercambio uno por otro al no contar nada referente a los viajes que hacía, no le gustaba ocultarle nada a Saori y a eso se sumaba el hecho de que tampoco era totalmente honesto con su nueva amiga.

Aome, su simple nombre le agradaba y al pensar en ella sentía una calidez que no podía describir ni entender en lo más profundo de su corazón. Se decía a si mismo que era por poder conocer a alguien más que no tenga que ver con el asunto de los dioses y las guerras. Ella también tenía sus secretos que le confiaba casi ciegamente, y se sentía dichoso por eso pese a que no le contaba todo, era lo justo ¿cierto?

El recuerdo de aquella otra mujer que conoció en su momento cuando buscaba a Aome y que tenía un extraordinario parecido con ella llegó a su mente. Sus palabras por un momento le hicieron sentir malestar temporal, no era desagrado, más bien era como si esas palabras tuvieran otro sentido distinto, no es como que le haya dicho mucho ni tampoco que fueran malas palabras, pero por un momento se entristeció sin saber exactamente porque.

Alejo esos pensamientos con rapidez y se concentró en ir al interior de la mansión para poder distraerse con cualquier cosa que le ayudará a olvidar un poco. Estando cerca de una de las salas de estar de la mansión, pudo escuchar unas cuantas voces, las reconoció como Hyoga y Shiryu al principio pero luego captó otra, una femenina, y una que conocía bien.

La curiosidad por comprobar sus sospechas lo hizo acercarse hasta poder ver lo que había supuesto, era justamente su nueva amistad, Aome, y estaba al parecer... llevándose muy bien con Hyoga y Shiryu.

Aome- ¡Shun! Hola.

Se acercó a ellos y se sentó a su lado mientras hablaban acerca de cosas que surgían al azar, cada cosa que sus hermanos contaban solamente decía una parte de verdad acerca de las versiones reales de sus vidas, era en caso de que pudieran sobrellevar una vida más tranquila que implicara a otros.

Aome- deben sentirse bastante afortunados por conocer a la señorita.

Todos ellos por un momento recordaron la manera de ser de Saori cuando recién habían pactado colaborar entre ellos por la amenaza del santuario, era claro que en esos momentos el cooperar con ella había sido casi exasperante.

Hyoga- nuestra relación se basa en bastantes experiencias que de una u otra manera logró unirnos a todos.

La sonrisa que los tres pusieron al estar en total acuerdo hizo sentir a Aome algo dichosa, escuchó por unos momentos más el tipo de relación que todos ellos parecían sostener, le recordaba bastante a la manera de ser de sus amigos también, aunque no exactamente como ellos, puesto que no era secreto el hecho de que Sango y Miroku parecían dispuestos a una relación, una que había empezado después de que Naraku muriera muy a pesar del hecho de que ciertas costumbres no parecían cambiar, hablando más bien por el monje.
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Inuyasha sólo se mantuvo expectante a Sesshomaru quedándose lo más lejos que podía de él en el reducido espacio que servía para forjar las espadas del anciano, esperando a que le diera aunque sea una explicación de lo que pasaba. Sesshomaru no solía hablar mucho por lo que lo poco que le dijo antes del espectáculo de las espadas le parecía algo extraño.