1. Mi historia

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Desde hace mucho tiempo, he tenido el anhelo de escribir un diario personal; sin embargo, ciertas circunstancias de la vida no me permitieron cumplir dicho anhelo. A pesar de ello, bien dicen por ahí, que nunca es tarde para cumplir nuestros sueños. Por ello, el día de hoy me he motivado a escribir mi historia. Espero que les sirva de ayuda: sé que muchas personas están atravesando una situación similar o incluso peor que la mía. Así que, sin nada más que decir, procederé a relatar todos los acontecimientos importantes que me han ocurrido a lo largo de la vida.

Mi nombre es Viviana Smith y tengo veintisiete años de edad. Actualmente vivo con mis padres en una pequeña urbanización llamada El Gran Árbol, esta se ubica en el estado de California, Estados Unidos. Lo sé, es un nombre poco llamativo, pero bueno.

Mi niñez fue completamente normal: tenía muchos amigos y mis padres me prestaban toda la atención que necesitaba; es más, creo que en ciertas ocasiones eso me asfixiaba. Sin embargo, cuando ingresé a mi etapa de adolescencia, las cosas dieron un giro inesperado. En la secundaria quise encajar con los demás, ya que no quería ser la típica chica sin amigos y rechazada por todos. Ese tipo de pensamientos fueron los que causaron mi perdición.

Una noche, asistí a una fiesta que había sido organizada por las chicas más populares de la institución; yo había sido invitada única y exclusivamente porque les ayudé a aprobar los exámenes finales. Después de bailar un rato, una de mis compañeras de mi salón me ofreció una botella de licor. Al principio la rechacé, no obstante, todos comenzaron a decirme cosas como «si no bebes, no eres una de nosotras», «solo un trago, Viviana, nada malo va a pasar», «no seas miedosa, Viviana. Mamá tuvo a una mujer valiente, no a una aguafiestas». Como no quería ser la burla de la noche, decidí aceptarla; para mi mala suerte, esto se convirtió en una adicción. Después de un tiempo, comencé a ingerir alcohol en exceso y probar todo tipo de drogas. Únicamente asistía a fiestas y quise abandonar los estudios; cabe recalcar que no me gusta relatar estas experiencias del pasado, porque cada vez que las recuerdo, mi estómago se estremece y siento un sentimiento de culpa indescriptible.

A la edad de diecisiete años, mis padres optaron por internarme en un centro de rehabilitación. Ambos señalaron que esa sería mi última oportunidad; además, recalcaron que, si no cambiaba, ellos dejarían de brindarme su apoyo. Esas palabras fueron las que me hicieron reaccionar. Tantos «amigos» que juraron estar conmigo en las buenas y en las malas me abandonaron en medio del caos. Nunca me había sentido tan sola en mi vida. Estuve internada en ese lugar durante un año y medio. Me costó mucho trabajo cambiar mis actitudes, puesto que cada día tenía una nueva pelea con otras pacientes. Con el pasar del tiempo, comencé a cambiar: ya no quería beber ni una gota más de alcohol y tampoco deseaba ingerir ningún tipo de droga. Cuando salí del centro de rehabilitación, era una persona completamente diferente. Al atravesar el gigantesco portón de hierro, me propuse una nueva meta: quería ser una trabajadora social, anhelaba ser una persona valiente y dispuesta a ayudar a los demás. Sin embargo, mis sueños se desvanecieron cuando fui diagnosticada con cáncer estomacal maligno. La enfermedad se desarrolló debido a mi oscuro pasado con el alcohol. Dicha noticia llegó a mi vida cuando recién había cumplido los veintiséis años de edad. Mi corazón se destruyó en mil pedazos y eso me llevo a sufrir un fuerte ataque de depresión. Solía pasar encerrada en mi habitación, llorando y destruyendo todo a mi alrededor. De vez en cuando comía, ya que mi apetito se había esfumado. Muchas veces pensaba: «¿por qué la vida es tan injusta? ¿Por qué no puedo ser feliz? ¿Cómo puedo dejar de tener tan mala suerte?». Cuando estos pensamientos desaparecían de mi cabeza, solía recordar mi pasado, el cual, aún me generaba mucha repulsión. Desde ese momento, comencé a tener presente la frase: «todo error tiene su consecuencia». Mi mente era un caos incontrolable: solo tenía pensamientos negativos, estaba repleta de inseguridades y una pequeña parte de mí susurraba: «todos estamos aquí para sufrir».

Una Vida FelizWhere stories live. Discover now