7. Fiorella

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25 de julio de 2012

La mañana suele transmitirnos motivación y alegría, sin embargo, esto no es siempre así. Durante la primera parte del día me sentía abatida; estaba desmotivada y triste. ¿Cómo no estarlo? Una persona de suma importancia para mí había muerto y me encontraba lejos de mi familia. La enfermera ingresó a la habitación para servir el desayuno.

—Buenos días, chicas, ¿quieren desayunar? —preguntó, dedicándonos una cálida sonrisa.

Francini y yo hicimos un gesto afirmativo con la cabeza. De pronto, un enfermero ingresó con una camilla, aquello se llevó toda nuestra atención y por ello, tomamos la iniciativa de conversar sobre el tema.

—Disculpe, señorita, ¿para quién es esa camilla? —preguntó Francini con sincera curiosidad.

—¡Oh! El día de hoy vendrá una nueva paciente —contestó la mujer, sirviendo los alimentos.

—Espero que seamos buenas amigas —agregué.

—Me gusta esa actitud. Por lo que sé, llegará a las dos de la tarde.

—Gracias por informarnos, así estaremos preparadas para darle una acogedora bienvenida.

Al ver mi plato, torcí la boca: eran dos paquetes de galletas de vainilla, una pequeña taza de café y un plato con unos cuantos pedazos de papaya. Me gustaría recalcar que el menú del hospital no es rico en variedad, además, a la comida le hace falta sal o no tiene buen sabor; no obstante, eso suele ocurrir más que todo con el almuerzo y la cena.

Nuestra hora de desayuno había concluido, Francini y yo intentábamos mantener un ambiente agradable y feliz, pero a pesar de nuestros intentos, el dormitorio se sentía un tanto apagado. Ir al jardín era la mejor opción. Durante el resto de la mañana, traté de esconder mi tristeza, puesto que aún estaba afectada por la muerte de Bryan y no quería expresárselo a amiga; me daba mucha vergüenza molestarla.

—Dime, Francini, ¿no vas a salir hoy con tu familia? —le pregunté, sonriendo de lado.

—Mm, hoy no. La verdad no me apetece hacer nada.

—Somos dos —respondí, agachando la cabeza—. Lo único positivo del día será la llegada de la nueva paciente.

—Tienes razón. Esperemos que sea amable y que no nos ocasione problemas.

Francini interrumpió la conversación y me dijo que tenía muchas ganar de ir al baño, yo de forma un tanto distante le respondí que estaba bien y que no se preocupara. Cuando ella se marchó, intenté socializar con un paciente que se encontraba cerca de mí, sin embargo, la respuesta que obtuve no fue la que esperaba.

—¡Hola, soy Viviana! —le dije, tratando de ser amistosa.

—No me hables, mujer, largo de aquí —respondió el hombre, mirándome con desdén.

—Oye, ¿por qué respondes de esa manera? ¿Te pasa algo?

—Eso no es asunto tuyo. —El sujeto apartó la mirada.

Al ver que la conversación ya no tenía caso, me senté de nuevo en mi lugar a esperar a mi amiga. Me sentí decepcionada, debido a que mis métodos para socializar eran un asco. Minutos después, Francini regresó.

—Oye, ¿quién diablos es él? —le pregunté, señalando al hombre con quién había entablado la conversación.

—La verdad no lo conozco —dijo ella, alzando los hombros—. ¿Por qué lo preguntas?

—Intenté hacer amistad con él, pero al parecer, en su casa le dieron una mala educación: me respondió de una forma bastante grosera y desagradable.

Una Vida FelizWhere stories live. Discover now