9. Día de visita

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10 de agosto de 2012

Muchas voces se escuchaban a mi alrededor. Al principio, pensé que estaba soñando, todo mi entorno estaba oscuro y deshabitado; lo único que se oía eran fuertes risas y unos cuantos susurros. El escenario se repitió durante unos minutos, hasta que un intenso gritó me despertó. Me levanté de golpe, sacudí mi cabeza y observé a mi alrededor, desconcertada. Respiraba de forma agitada, hasta que una dulce voz me dijo:

—Viviana, ¿te encuentras bien?

Volteé mi cabeza y observé a mis tres amigas, todas tenían un gesto de preocupación. Al ver que todo estaba en orden, suspiré y me tranquilicé.

—Buenos días, amigas —dije con una voz ronca y perezosa—. Escuché un grito y por eso me asusté.

—Buen día, Viviana, mil disculpas, no quería despertarte —expresó Fiorella, avergonzada.

—Oh, no te preocupes.

—¿Cómo te encuentras hoy? —preguntó Francini mientras cepillaba su cabello.

—Me siento de maravilla. Gracias por preguntar.

—Francini nos estaba contando una historia sumamente divertida —interrumpió Sharon, tratando de contener la risa.

—¿En serio? ¡Qué lástima, no pude escucharla! —expresé, triste.

—No te preocupes, puedo contártela más adelante, si gustas.

—Me encantaría. Disculpen por cambiar de tema, pero, ¿ya desayunaron?

—No, amiga —contestó Fiorella—. Pamela no ha llegado, lo cual es bastante extraño, porque siempre trae el desayuno a la misma hora. ¿Le habrá ocurrido algo?

—Seguro está con otros pacientes, tengamos paciencia.

Minutos después, la enfermera ingresó a la habitación. La chica traía el típico carrito auxiliar; parecía atareada y desorientada.

—Hola, Pamela, ¿dónde estabas? —le pregunté con sincera curiosidad.

—Lo siento mucho, se me presentó un contratiempo —expresó con una voz acelerada—. Por cierto, hoy desayunaré con ustedes.

—¡Genial! —le respondimos las cuatro.

Procedimos a iniciar con nuestro desayuno. Por mi parte, no tenía tanto apetito y, por ende, comía a un ritmo lento y perezoso. Pamela, al darse cuenta de la situación, me preguntó:

—¿Te encuentras bien, Viviana? Te noto un tanto desanimada.

—Estoy bien, solo no tengo tanto apetito —le respondí con la cabeza gacha.

—Oh, amiga, vamos, come un poco más —dijo ella, bebiendo un sorbo de jugo de naranja—. Necesitas fuerzas para tu visita...

—¿Visita? —pregunté, atónita.

—Sí, recuerda que hoy es día de visita.

Las cuatro nos levantamos de nuestros asientos y nos abrazamos con efusivo cariño. Hoy nuestras familias vendrían a vernos; esa era la noticia que necesitaba para alegrar mi día.

El día transcurrió con completa normalidad, a pesar de que faltaba mucho para la visita, no me desanimé en ningún momento; estaba desesperada por ver a mis padres.

Horas más tarde

Por fin, ya había llegado la hora. Las cuatro bajamos al primer piso con mucha impaciencia, acompañadas por Pamela. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, nuestras miradas cambiaron completamente. Todas salimos de manera ordenada y cada una se dirigió con sus respectivos familiares. Pude observar a Francini reuniéndose con su madre y su hermana; se veían tan felices. Después, vi a Fiorella abrazando a su hermana Valeria y a sus padres, los cuales no pudieron contener el llanto. Sharon, por otro lado, abrazó a su hermano y a sus padres; se sentía un aire de melancolía y amor. Giré en redondo y observé a mi familia, mirándome fijamente. Mi madre tapó su boca y mi padre me dedicó una hermosa sonrisa. En ese momento, corrí a gran velocidad y los abracé a ambos con todas mis fuerzas; sentí que todos mis problemas habían desaparecido.

Una Vida FelizWhere stories live. Discover now