17. La caída de la cuarta rosa

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14 de diciembre de 2012

Es triste saber que el tiempo nunca se detendrá por una persona. Yo desearía poder controlarlo para así poder vivir un poco más, pero, lamentablemente, eso es imposible.

Solo quedamos tres pacientes: Teresa, Raquel y yo. La habitación estaba en absoluto silencio, solo observábamos los espacios en dónde se encontraban las camillas de nuestras amigas; aquello se veía tan vacío y desolado. El viento era demasiado fuerte, sacudía las cortinas de marquiset con violencia y desordenaba todo a su paso. Teresa estaba muy apagada el día de hoy, Raquel trataba de sonreír, sin embargo, pude notar que su expresión era un poco forzada.

—Qué triste se siente el ambiente, ¿no creen? —les pregunté, ingenuamente.

—¿Triste? Oh, Viviana, ¿cómo te atreves a preguntarnos eso? Estamos al borde de la muerte y tú solo quieres felicidad y alegría, cosa que aquí no existe —respondió Raquel con brusquedad.

—Lo siento, no pensé que mi comentario fuera a ofender a alguien —le dije, avergonzada.

—Lo lamento, sé que me comporté muy grosera, pero... no me siento bien con todo lo que ha pasado durante estos meses...

—No te preocupes. Creo que lo sucedido ha sido difícil para todas.

La tarde transcurría con completa normalidad. No sé por qué sentía que el viento trataba de decirme algo. Teresa ha sido una de nuestras amigas más cercanas: pagó nuestros nichos, siempre trataba de ayudarnos y nunca se negó a compartir lo que tenía. Es una persona perfecta y con unos sentimientos maravillosos; pero, lamentablemente, ella también está al borde de la muerte.

15 de diciembre de 2012

Se podría decir que la Navidad ya comenzó. A través de los enormes ventanales podía observar a las personas decorando sus hogares con luces coloridas, medias de lana y alfombras con la frase Merry Christmas. De hecho, el árbol del hospital acaba de ser inaugurado.

Nosotras no éramos la excepción. Pamela nos ayudó a decorar la habitación. Colocamos unas cuantas luces de color amarillo, unas medias de renos, cascabeles, entre otras cosas. Las cuatro estábamos muy felices por recibir el año nuevo juntas; sin embargo, sabíamos que esta sería la primera Navidad en la que no estaríamos acompañadas de nuestras familias.

—¿Te sientes bien, Viviana? —preguntó Raquel, bajándose de la silla.

—Sí, no es nada.

—Puedo notar que te sientes triste y un tanto aburrida, ¿a qué se debe?

—Bueno, pensaba en mi familia y en lo triste que se siente estar sin ellos —respondí con cierta melancolía.

—Estamos igual, pero no te preocupes, nosotras te acompañaremos. —Teresa me abrazó, tratando de hacerme sentir mejor.

Pamela regresó a realizar sus labores; ser una enfermera no es para nada fácil: atender a pacientes con otro nivel de enfermedad, administrar medicamentos, encargarse del papeleo, servir desayunos, atender emergencias, etc. Sin duda, es un trabajo agotador y desgastante.

28 de diciembre de 2012

Teresa lentamente comenzó a presentar los mismos síntomas que Francini. Al notar esto, el doctor Collins llamó a sus parientes para que la vieran por última vez. Raquel y yo nos despedimos de Teresa con gran dolor en nuestro corazón.

—Te queremos mucho, cariño. Gracias por invertir tu dinero en nosotras; siempre te estaremos muy agradecidas. No existe nadie como tú —sollozó Raquel.

—Querida Teresa, has hecho tantas cosas por nosotras qué no sé ni cómo pagarte —expresé con profunda tristeza mientras tomaba sus manos con todas mis fuerzas—. Gracias por tu inigualable amistad. Estarás en nuestros corazones para siempre.

Con mucho esfuerzo, ella respondió:

—No deben agradecerme nada, amigas mías. Lo hice... porque las aprecio mucho y por ayudarme... a cambiar mi forma de ver la vida...

Las tres nos abrazamos mientras nos ahogábamos en nuestro llanto.

—Buen viaje, Tere...

En ese momento, la máquina de ritmo cardiaco se detuvo. Tristemente, ella había fallecido. Al percatarse, el doctor Collins dijo:

—Pamela, anota lo que te voy a decir, por favor. —El médico se quitó sus gafas.

—Claro, señor. Lo escucho.

—Hora de deceso, nueve y media de la noche. Favor realizar los análisis necesarios para poder entregar el cuerpo a sus familiares.

Raquel y yo estuvimos abrazadas durante gran parte de la noche. Mientras tanto, varios enfermeros retiraban el cuerpo del dormitorio. Aquella escena nos dejó marcadas para siempre. Tenía un nudo en la garganta: sabía que me llevaría mucho trabajo superar la muerte de Teresa.

30 de diciembre de 2012

Regresamos de nuevo al cementerio, pero en esta ocasión, traíamos un ramo de flores para cada tumba. La placa de yeso de Teresa decía lo siguiente:



«Tu gran corazón jamás será olvidado. Fuiste una persona única e inigualable».

Teresa Kelly

De 1966-2012

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Una Vida FelizWhere stories live. Discover now