14. Un último café

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20 de septiembre de 2012

Ya han pasado muchos días desde que Francini partió de este mundo. Aunque no lo crean, aún duele, porque sabemos que ella ya no regresará nunca más. Últimamente, no he escrito nada en el diario, puedo decir que lo había olvidado por completo; sin embargo, hace poco lo encontré oculto detrás de mi ropa, así que, decidí volver a relatar mi historia. Me quedan cuatro meses de vida; para mi mala suerte, el tiempo avanza con normalidad y no se detiene por nada ni por nadie.

Mis amigas y yo queríamos compartir un poco más. Deseábamos poder salir un rato de este hospital. En ese momento, recordé el plan que había propuesto Francini aquella vez y decidimos ponerlo en marcha.

—¿Quieren salir un día de este lugar? —pregunté con una enorme sonrisa.

—Por supuesto, ¿cómo lo haremos? —dijo Sharon mientras cepillaba su cabello.

—Francini ideó un plan para escaparnos sin que nadie se diera cuenta. Es fácil.

Rápidamente, les expliqué el plan. Mis amigas aceptaron la propuesta. Decidimos ponerlo en marcha; sin embargo, lo realizaríamos al día siguiente, puesto que estábamos muy desanimadas y en realidad no queríamos hacer nada. No nos costaba esperar un día más. Yo solo esperaba que no nos descubrieran: sería una catástrofe.

Horas más tarde

Ya era de noche, los grandes mercurios iluminaban las desoladas calles de la ciudad, la luna era hermosa y brillante; cabe recalcar que el cielo estaba repleto de estrellas, las cuales eran como pequeñas luciérnagas que brillaban sin parar. La vista nocturna poseía una belleza indescriptible.

La habitación estaba en completo silencio, mis amigas se encontraban descansando. Luego del fallecimiento de Francini, su camilla fue retirada de la habitación, por lo el dormitorio se sentía un tanto más espacioso.

Quedé en completa soledad. A ratos me gusta observar el cielo nocturno, porque me relaja en gran manera; además, este me permite recordar todo lo que viví en mi día y eso me hace sonreír: me demuestra que tengo muchas cosas por las cuales debo estar agradecida. La vida tiene tantas cosas fantásticas, pero, desafortunadamente, muchas veces las ignoramos y pensamos solo en lo negativo de este mundo. Creo que todos tenemos que cambiar esa forma de pensar.

Mis ojos se comenzaron a cerrar, me sentía abatida. Decidí regresar a mi camilla para descansar; sin embargo, me puse a pensar: en noviembre comenzaría mi proceso de quimioterapia (si llegase a aceptarlo, por supuesto), y la operación de Sharon sería el mismo mes. Eso me causaba muchos nervios, ya que no quería que ninguna de las dos muriera en dichos procesos. Pude dormir un poco, pero al cabo de unas horas, desperté; no quería moverme, así que decidí mirar el techo todo ese rato. Las cobijas estaban un tanto frías y el silencio del pasillo me asustaba. No tenía nada para abrazar, entonces, tomé mi almohadón y lo apreté con todas mis fuerzas. Me sentía mal, pensé que mi final había llegado. No quise hacer nada, solamente cerré mis ojos, dejé el miedo y el dolor atrás.

«Que pase lo que tenga que pasar», me dije a mí misma, suspirando.

21 de septiembre de 2012

Unas voces me despertaron, pude notar que todas mis amigas estaban despiertas. Al instante, quité las cobijas y me levanté de la camilla.

—¡¿Qué hora es?! —pregunté, exaltada.

—Tranquila, Viviana, son las ocho y media. Veo que te dormiste un poco más de la cuenta, ¿a qué se debe? —dijo Fiorella con curiosidad.

Una Vida FelizOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz