16. La caída de la tercera rosa

17 2 0
                                    

05 de noviembre de 2012

El tiempo ha transcurrido con completa normalidad. He tratado de escribir más seguido, sin embargo, ciertas circunstancias de la vida no me lo han permitido: crisis emocionales, problemas de salud, etc. La muerte de Fiorella no fue algo sencillo de superar; al igual que con la de Francini, aún teníamos una enorme cicatriz que era casi imposible de sanar.

Ya estamos cinco de noviembre; como recordaran, Sharon padece de cáncer de mama y su cirugía está programada para dentro de diez días. A nosotras solo nos queda esperar. Sharon se encuentra nerviosa: cree que va a morir en la operación y no va a tener tiempo de despedirse de nosotras. Tratamos de darle más tranquilidad, diciéndole que todo va a estar bien y que la cirugía será un éxito. Esperemos que todo se resuelva de una forma satisfactoria.

15 de noviembre de 2012

—¡¿Qué hora es?! —preguntó Sharon, comiéndose las uñas.

—Relájate, son apenas las ocho de la noche —respondió Raquel mientras leía una revista sobre cosméticos.

—Trataré de estar tranquila...

—No te preocupes, saldrás de esto más rápido de lo que te imaginas —le dije.

—Gracias, chicas. Espero que todo esto valga la pena.

—Así será, Sharon.

Faltaban doce minutos para la operación, en ese momento, dos enfermeros ingresaron a la habitación para subir a Sharon a una camilla y llevarla al quirófano. Ella estiró sus manos y se despidió de nosotras; todas le deseamos buena suerte.

La operación estaba en proceso. Teresa observaba las noticias mientras que Raquel y yo leíamos. Lamentablemente, era hora de dormir y no podíamos observar a Sharon hasta el amanecer. Estaba cansada y tenía un poco de hambre, por ello, cerré mi libro y me acosté a descansar. Era lo más adecuado para mi cuerpo.

16 de noviembre de 2012

El sol había salido, los rayos de este eran bastante fuertes y me causaban un severo dolor de cabeza e irritaban mis ojos. Al instante, me levanté y cerré todas las cortinas, porque ya no toleraba aquella terrible incomodidad. Cuando volteé mi rostro, pude observar a Sharon dormida en su camilla. Di un leve suspiro y me alegré: Sharon sí pudo resistir la operación. Lo único que me causaba algo de tristeza, era que nuestra amiga había perdido uno de sus senos.

Regresé a la camilla, la luz del sol ya no molestaba mis ojos, al fin podía dormir tranquila; sin embargo, escuché el crujir de la puerta y me levanté de inmediato.

—¡¿Quién es?! —pregunté, desconcertada.

—Buenos días, Viviana, tranquila, traigo el desayuno —respondió Pamela con una tierna sonrisa.

Pamela destapó los platos y procedió a servir los alimentos. Al principio, me sentí bastante melancólica, ya que solamente había cuatro platos y recordaba aquellos días en los que siempre traía seis; todas nos peleábamos para obtener el que tenía más comida. Estos momentos son y serán inolvidables.

—¿Te sientes bien, Viviana? —preguntó ella, preocupada por mi repentino cambio.

—Sí, estoy bien —afirmé, tratando de recuperar mi buen humor.

—¿Puedo saber en qué piensas?

—Solo pensaba en Francini y Fiorella: antes traías seis platos y ahora son solo cuatro —respondí, acompañada de un aire de tristeza.

Una Vida FelizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora