11. Raquel

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11 de agosto de 2012

Teresa nos sorprendió el día de ayer, ninguna esperaba su llegada; pero al final la aceptamos y nos convertimos en muy buenas amigas. El día de hoy, la última paciente llegó al hospital, por fin, la habitación estaba completa. No todas las personas poseen el mismo carácter que los demás y eso lo experimenté cuando conocí a Raquel.

Era un día normal en el hospital, Pamela desayunaba con nosotras y todas contábamos chistes; nada fuera de lo común. Minutos después, nos compartió una hermosa noticia.

—Chicas, el día de hoy llegará la última paciente de esta habitación. Su nombre es Raquel, espero que la reciban cordialmente, debido a que viene de muy lejos.

—¿De dónde es? —preguntamos.

—No lo sé con certeza, pero por lo que escuché, proviene de Londres.

—Bueno, esperemos que sea humilde —dijo Fiorella, juntando la palma de las manos.

—Sí, porque yo no estoy dispuesta a tolerar actitudes denigrantes —recalcó Sharon con la boca llena.

—Tienen razón, sería bastante molesto tener que lidiar con una paciente problemática.

Tiempo después, salimos al jardín un rato, queríamos despejar nuestras mentes y recibir algo de aire fresco; cabe recalcar que salir era obligatorio, ya que los doctores no querían que los pacientes cayeran en la pereza o se conviertan en personas sedentarias. Pamela nos regaló una botella de agua y un par de manzanas a cada una. El hospital nos estaba tratando sumamente bien, lo cual me pareció un hecho bastante inusual.

—Necesitan estar fuertes para poder caminar, por ello les traje esto —dijo Pamela, manteniendo su cálida sonrisa.

—¡Gracias! —le respondimos en coro.

—Bien, debo irme, tengo mucho papeleo que hacer.

—Si puedes, ven a comer con nosotras en la tarde.

—¡Claro! Ahí estaré.

—¿A qué hora llegará la nueva paciente? —preguntó Francini.

—No tengo la menor idea, iré a averiguar.

—Te esperamos.

Las horas transcurrían con lentitud, mis amigas y yo charlábamos sobre nuestras vidas mientras caminábamos por el frondoso jardín. El día era cálido y pacífico. Mis amigas y yo nos acostamos bajo el gran árbol, para, ya saben, charlar sobre nuestros pasados, contar chistes, etc.

5:00 p. m.

Lo siento, es un tanto difícil escribir todo lo que ocurre en un día. Si lo hiciera, este diario tendría mil páginas aproximadamente y hasta podría tener una segunda parte. A veces me canso demasiado rápido, las manos se me acalambran y comienzo a sentir un hormigueo intenso dentro de las palmas. Por ello, relataré todos los detalles relevantes del día y lo demás será desechado. No tengo nada más que decir, así que, continuaré explicando cómo fue la llegada de la última compañera de habitación.

La paciente estaba a punto de llegar, estábamos impacientes: ya queríamos que la habitación estuviera completa. Una enfermera ingresó a la habitación acompañada de la nueva paciente; de seguro Pamela tuvo otros asuntos que atender. Un detalle que sí me gustaría resaltar, es que aquella enfermera no se comportó de una manera muy agradable con nosotras.

—Bien, esta es tu habitación. Cámbiate ya y acuéstate, no tengo todo el día —ordenó, mirándola con desdén.

Pasados unos minutos, la nueva paciente salió del cuarto de baño y acomodó sus cosas en la mesita de noche. La enfermera se fue sin decir ni una sola palabra; al parecer, odiaba su trabajo. La chica concluyó de acomodar sus pertenencias y dijo:

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