12. El enfermero

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15 de agosto de 2012

Pamela enfermó, por ello, estaría incapacitada durante algunos días. Todas extrañábamos su gran sonrisa y las maravillosas historias que contaba. En su lugar, llegó un enfermero, el cual tenía el aspecto de un actor de telenovela. Esta experiencia ha sido realmente divertida.

El primer día, mis amigas y yo nos encontrábamos esperando el desayuno; estábamos ansiosas por conocer al nuevo enfermero. En un principio, pensé que iba a ser un chico espantoso y de actitud desagradable, esto gracias a diversas experiencias que tuve a lo largo de mi vida; sin embargo, he de admitir que superó todas mis expectativas. La puerta de la habitación se abrió y el hombre ingresó con un porte irreprochable. Mis amigas y yo lo miramos con estupefacción: sus hermosos ojos azules, su cabello castaño claro y su contextura atlética nos volvió locas. Me imagino que hasta las enfermeras deseaban salir con él.

—Buenos días, espero que se encuentren bien —dijo, dedicándonos una bella sonrisa—. Soy el remplazo de la enfermera Pamela. Durante este tiempo, me encargaré de atenderlas lo mejor posible.

—¡Qué maravilloso es tener a un enfermero como usted! ¿No lo creen, chicas? —expresó Francini, mirándonos en busca de una respuesta.

Fiorella le lanzó una de las almohadas e interrumpió la conversación.

—¿Podemos tomar nuestro desayuno? —preguntó, entre risas incómodas.

—Claro, adelante.

Cada una tomó el plato y su respectivo vaso. Durante esos minutos, no dejé de admirar su gran belleza. Pobre, de seguro se sentía incómodo y desconcertado por nuestra actitud. El corazón se nos iba a salir por la boca: su mirada nos estremecía a todas. Ninguna pudo escapar de su indescriptible y extraño encanto.

El joven se retiró de la habitación a todo trote. El ambiente había regresado a la normalidad: nadie actuaba de manera alocada y ninguna hacía comentarios estúpidos. La habitación quedó en completo silencio. Mientras disfrutábamos nuestro delicioso desayuno, Sharon retomó el tema.

—Oigan, ¿vieron esos ojos? —susurró Sharon.

—¡Sí, amiga! Me encantó su rostro, en especial esa mandíbula tan perfilada —expresó Fiorella, fascinada.

—De verdad, ese hombre me tiene loca —agregó Teresa, sonrojada.

—Pero lo más importante, ¿vieron su trasero? ¡Es enorme!

Al escuchar semejante comentario, escupí mi café por todas las sábanas.

—¡Francini! ¿Qué te pasa? Ja, ja —expresé, casi ahogándome de la risa.

—¿Qué? Es la verdad. Admítelo, ninguna de nosotras dejaba de ver su escultural cuerpo. Además, la mayoría de hombres hacen eso a cada rato, así que no veo nada de malo en que una mujer disfrute de tanta hermosura.

Las seis comenzamos a reír a mandíbula batiente.

«Este enfermero nos va a sacar unas buenas carcajadas», pensé.

Tras concluir con nuestro desayuno, procedimos a salir al jardín. Para nuestra sorpresa, el chico estaba desayunando tranquilamente en una de las bancas.

—Necesitamos conocerlo más, ¿quién se apunta para ir a interrogarlo? —dijo Francini, mirándonos en busca de una respuesta.

—¡A mí no me miren! —musitó Teresa.

—A nosotras tampoco —agregaron las demás.

Francini me señaló.

—Viviana, ¡tú irás!

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