18. ¿Y tú que harías?

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La mejor parte de ser humanos, es la variedad de mentes

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La mejor parte de ser humanos, es la variedad de mentes. Cada una autentica e increíble. El lado oscuro de esa variedad, es lo difícil que se puede tornar la comunicación, sobre todo cuando se intenta entre dos ideologías contrarias.

El mejor ejemplo lo tenía frente a mí. No podía comprender las palabras extrañas que salían de la boca de Rebeca, considerando la situación en la que se encontraba.

—Estoy en contra del aborto, ¿entiendes? —explicó con una firme distinción entre cada palabra, con una voz rasposa que extraía del interior de su garganta—. Es lo único que necesitas saber.

Era la primera vez que Rebeca me veía de igual a igual, con un rostro serio e impenetrable que encaraba al mío. Se había incorporado para estar a mi altura y asegurarse de que yo estaba recibiendo el mensaje.

—Rebeca —llamé con precaución, tratando de controlar el asombro que me causaba su inesperada actitud—. No es un bebé. 

—Claro que lo es —contradijo sin inmutarse—. Cuando me recuperé de mi casi asesinato, me sentí distinta. Supe cosas. Supe que tenía una vida dentro de mí, y también que no debía contártelo.

Mi expresión se deformó en incomprensión. En ese momento su mensaje no fue recibido por mí. Solo escuché lo que quise escuchar, por lo que mi primera reacción fue la intolerancia.

—Alto, déjame ver si estoy entendiendo —exclamé frustrada, evidentemente sin entender nada—. Tú, Rebeca. ¿Te importa alguien que no seas tú misma? Espera, ni siquiera es alguien, ¡es un parásito!

—Eres una idiota, Maddie —maldijo, quebrando su mirada materna. Cruzó a mi lado para llegar a la orilla de la plataforma, chocando contra mi brazo para dejar en claro su molestia.

Me quedé de pie mirando el espacio que había dejado libre, sintiéndome en efecto una idiota. Si mi intención era mejorar mi relación con ella, era obvio que no lo estaba logrando. ¡Pero era tan difícil!

Cuando la seguí al piso de abajo, me encontré con los otros dirigidos, que esperaban ahogándose en confusión. Francia se acercó primero, para sostener a Rebeca como si de una niña indefensa se tratara. La atención no me sorprendió, porque a excepción mía; todos se habían acercado más a ella desde su ataque.

—¿Qué pasa? —quiso saber Francia, dirigiéndose primero a Rebeca y después a mí.

—Nada, es un asunto mío —afirmó Rebeca—. Pero Maddie no entiende mi derecho a la privacidad.

—No es solo un asunto tuyo —negué con la misma irritación, pero modulando mi tono de voz—Está embarazada del invasor, todas las dirigidas que fueron atacadas están embarazadas. Y esa cosa las matará —narré dirigiéndome a la afectada principal, con la esperanza de que su actitud se debiera al desconocimiento.

Todos adoptaron la misma expresión de horror y preocupación. Francia dio un paso atrás por la sorpresa, y Alex la recibió estrechando su mano, como si su mutua cercanía anulara lo crudo de la noticia. Por el rabillo del ojo, vi a Marissa portar un rostro inexpresivo y a Iker a punto de vomitar.

Extraídos del planetaWhere stories live. Discover now