25. La verdad de Adam.

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—Pides demasiado

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—Pides demasiado.

—No es cierto.

—¡Si es cierto!

—Solo cuéntame.

—¡Que me da pena!

—¿Quieres que anivelemos?

Cuando vi a mi hermano esbozar una sonrisa, mi mundo se reconstruyó. Anivelar era nuestra forma de comunicación; "devolver algo que estuviera a la altura de lo que estas recibiendo".

—Vale —aceptó—, te oigo.

—Cuando los insectos llegaron, me porté como un bebé; no me defendí, me quedé paralizada y fui la primera en ser picada —narré—, eso fue vergonzoso. 

—No es taaan vergonzoso. Todos saben que odias los insectos —negó decepcionado—. No te nivelas en nada. Lo mío de verdad me avergüenza.

—De acuerdo, voy con algo más profundo —afirmé—. Una chica me hacía bullying cuando estaba en la primaria, ¿recuerdas mis fotos de niña?, mi gordura era el motivo. Lo irónico es que le tocó venir conmigo. Cuando supo quién era yo, me atacó con los mismos viejos insultos. Yo casi ni metí las manos. Ser una dejada es para dar pena.

—Que tonta ella, nadie tiene porqué tratar mal a los demás —expresó molesto—. Pero tampoco se nivela; la que estuvo mal fue ella. Ella debe ser la que se apene, no tú.

—De hecho, ella es la que fue atacada —dije reflexiva—, y ¿recuerdas que te di una pastilla abortiva? Distribuirlas fue mi trabajo, y yo que era la encargada, no le di la pastilla a ella. Me dejé convencer. Ahora posiblemente muera pariendo a un bebé alienígena. Eso sí me apena, porque era mi responsabilidad.

—Es horrible —reconoció. En un instante sus ojos se ensombrecieron y todo vestigio de alegría en ellos se esfumó—, yo ya no me quise equivocar... Por eso si se la di.

—¿Ya no?

—Maddie, ¿me perdonarías si hubiera hecho algo muy malo? —Por su postura cabizbaja, no me veía a la cara. Sus parpados cubrían casi la totalidad de sus pupilas—. Tengo miedo de que me dejes de querer.

—No hay forma de que eso pase, Adam —expliqué preocupada—, nada en este universo tiene esa fuerza.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque somos lo que sentimos, ¿recuerdas? La energía de nuestras emociones es lo único que sobrevive a la muerte —cité las palabras de papá—, y tú eres inherente a mí.

—Me lo explicaste en la carta.

—Parecía que necesitabas recordarlo.

—Maddie, yo estaba enojado... —empezó, y la vez sus manos comenzaron a moverse con ansiedad—, yo estaba muy enojado siempre. Bueno no siempre, a veces me emocionaba la aventura, pero luego me enojaba, luego me alegraba. No quería a nadie cerca... No entendía que estaba mal conmigo. Ni lo entiendo todavía.

Extraídos del planetaWhere stories live. Discover now