24. Las reglas del nuevo mundo.

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—Las personas pasamos muchos años de nuestra existencia buscando

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—Las personas pasamos muchos años de nuestra existencia buscando. No sabemos exactamente qué, pero intuimos que al tenerlo finalmente nos sentiremos completos —exclamó la voz cargada de desdicha de mi padre—; dichosos los que creen haberlo encontrado.

En esa noche repleta de profunda reflexión y miseria, mis padres recurrían a los susurros, para comunicarse sin perturbar el supuesto sueño de sus hijos. Mi madre, siendo siempre una mujer de paz, lo veía de la misma forma que solía hacerlo siempre; entregándole la vida.

—Dichosos los que ya están completos y encuentran algo extra que les suma aún más —añadió ella, interpretando sus palabras en sentido positivo—, dichosa yo que te tuve a ti y después a nuestros hijos.

—Desgraciados los que creían estar completos, pero descubren que estaban equivocados... —lamentó él, sin disimular que su enfoque era completamente distinto.

Mi mamá se tomó un momento para recomponerse. No era la primera vez que escuchaba las angustias de su esposo, sin embargo no podía evitar que le afectaran.

—¿Ya no te basta con nosotros? —se arriesgó a preguntar.

El hombre que la había acompañado quince años de su vida, le afirmó con su silencio. Ella dio un trago amargo, pero lo incitó a decirlo en voz alta.

—Pensaba que sí... —aceptó mi papá, pidiéndole disculpas con la mirada—. Pero me equivoqué, no es suficiente. Nunca lo ha sido.

Desde mi escondite atrás de la puerta, el ruido de mi desilusión silbó en mis oídos. A los catorce años no me era sencillo comprender lo que sus palabras significaban.

En mi vida a esa edad, yo asumía que mi mamá, mi hermano y yo éramos toda la felicidad de mi padre. Me tardé en asimilar que a él no le bastaba, y me tardé más en comprender que no por eso nos amaba menos.

Siempre lo dio todo por nosotros y dedicó sus años a sembrarnos los principios de vida que consideró fundamentales. Aun así, antes de padre era una persona, y nunca dejó de lado su implacable búsqueda. La pregunta es, ¿qué tanto buscaba?

Cuando le diagnosticaron cáncer, tuve que acelerar la conclusión de mis inquietudes. Mi objetivo cambió a ayudarlo, pero el suyo siguió siendo sembrar en mí la duda; clavar en mi memoria las palabras que él esperaba, algún día yo comprendiera.

—No tengo miedo de morir, cariño —explicó después del diagnóstico terminal—. Temo no haber hecho lo suficiente. Irme sin tener nada que ofrecer al lugar al que llegue. Temo no ser digno.

A esas alturas, me quedaba claro que no hablaba de un cielo religioso. Sus ideas eran mucho más profundas. El realmente buscaba un nuevo mundo.

Terminé mis recuerdos con el sabor a añoranza instalado en mi paladar. Visualicé a mi papá a mi lado, con su sonrisa de luz y su rostro sereno. Me acompañaba mientras leía el libro que tenía en las manos.

Extraídos del planetaWhere stories live. Discover now