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ƊƖЄƇƖƧÉƖƧ

Con su cabellera rizada goteando y su cuerpo envuelto en una toalla, Jane salía del baño y se encaminaba con perezosos pasos hacia su habitación.

Al entrar, lo primero que hizo fue pararse frente al espejo.

Observaba su rostro con detenimiento y entonces un recuerdo azotó su mente.

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YoonGi esperaba por Jane a las afueras de la escuela primaria y le fue inevitable no sonreír cuando vió a su pequeña de apenas siete años correr en su dirección gritando:

-¡Papá!

Cómo le gustaba ser llamado de aquella forma.

Sin embargo, cualquier tipo de pensamiento positivo o alegre se esfumó en cuanto Jane se colocó frente a él y abrazó sus muslos.

-¿Qué te pasó, mi niña?-lógicamente preocupado, se agachó para quedar a la altura de su hija, rozando con suavidad el pómulo hinchado de la pequeña.

-Es que los niños en la escuela se burlan de mí por ser diferente-hizo puchero-¡Pero yo les di su merecido y ya no me molestarán más!

Contrario al regaño que la maestra que observaba la escena esperaba, YoonGi le sonrió a su hija y la abrazó.

-Eso es, princesa. Hiciste muy bien al defenderte. Estoy muy orgulloso de tí.

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Su mirada cayó sobre sus desnudos pies, y otra memoria se hizo presente.

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-Deja los pies quietos, Cherry.

Jane no sólo reía por la desesperación de su padre, sino también porque le gustaba el apodo que él le tenía puesto.

Dado su amor por las cerezas, su padre creyó que Cherry era el apodo perfecto.

-¡Deja de mover los pies, niña!¡Tengo que ponerte los zapatos!-fuera de estar molesto, le causaba gracia la situación. Sabía muy bien que Jane sólo lo estaba jodiendo.

Cuando la pequeña obedeció y él pudo colocarle los zapatos, se sentó tras ella, de modo que sus piernas rodearan la figurita ajena, y comenzó a peinarla.

Mientras intentaba domar aunque fuera un poco las greñas rizadas de la pelirroja, esta movía sus pies de adelante hacia atrás como si se estuviera meciendo.

Para cuando YoonGi terminó de peinarla, ella se volteó en su dirección y abrazó con sus pequeños y delgados bracitos el cuello de su padre.

-Gracias, papito.

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Fue inevitable para Jane no dejar caer la primera lágrima, y junto a esta, le siguieron otras más.

Se sentía débil y por eso sus pies retrocedieron hasta que quedó sentada sobre la cama.

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-No quisiera meterte en este mundo, Cherry. Pero es lo único que tengo para ofrecerte.

YoonGi estaba cabizbajo mientras tomaba las manos de su hija entre las suyas.

-No pasa nada papá-Jane le sonrió dulcemente-. Sé que no fue tu elección entrar a este mundo y sé que no puedes salir de aquí por ahora, pero te prometo que, cuando crezca, me haré una mujer fuerte y te sacaré de aquí. Ese es mi sueño y te juro que lo voy a cumplir.