Capítulo cuatro

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TYLER

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TYLER

Había espantado a mi compañera de cuarto.

Sin siquiera intentarlo, le había dado razones suficientes para correr en dirección contraria y escapar de mi vista. Tras su marcha, le había dado vueltas al asunto por horas, intentando encontrar una buena razón que justificara mi comportamiento de la tarde. ¿De dónde demonios había salido esa idiotez de "no puedes enamorarte de mí"? Casi sentía el cliché recorrer mis venas. Sin duda, era culpa de Genesis y sus tontas comedias románticas para adolescentes.

Y no, no había tenido una buena razón. Simplemente ver los ojos sobrenaturales de Emma llenos de furia y su ceño fruncido habían sido suficientes para que me comportara como un patán. Debería trabajar en ello porque, si bien quería divertirme un poco a costa de la chica, no quería que me odiara. Vamos, que íbamos a compartir todo un año como compañeros de cuarto. O al menos hasta que alguno de los dos se fuera. Lo ideal era tener una buena relación para evitar un ambiente tóxico.

Habíamos comenzado con el pie izquierdo. Ella había sido grosera al enterarse que yo sería su compañero y yo había sido un patán al burlarme de ella. Estábamos a mano, ¿verdad?

A pesar de que Rob me había invitado con mucha insistencia a su habitación esa noche para beber algo y conocer al resto de los estudiantes de la residencia, el cansancio pudo conmigo y luego de ducharme, caí dormido sobre mi cama.

Ella no había vuelto antes de que eso sucediera y cuando desperté tampoco estaba en el dormitorio. No que quisiera verla o algo similar, pero tener una mejor amiga me había hecho darme cuenta de los peligros que suponía ser mujer, sobre todo en una gran ciudad como Nueva York. No obstante, tras lavarme el rostro para terminar de despertarme, me di cuenta que Emma sí había vuelto. Su cama estaba ordenada de manera distinta y había dejado ropa en el canasto del baño.

Debía ser la clase súper sigilosa o el cansancio me había noqueado y no había escuchado nada de nada. Me inclinaba más por la segunda opción.

—Hey, Murphy —me saludó Robert cuando pasé a su lado de camino a la calle—. Te esperé anoche. Tenía unas lindas muchachas para presentarte.

Uno y medioOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz