El chico que juraba no creer en el amor, se ha enamorado y el resultado ha sido un terrible corazón roto.
El joven escritor Tyler Murphy ha caído perdidamente enamorado por su mejor amiga Genesis, pero su historia no ha tenido un "felices para siemp...
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TYLER
Podía sentir la mirada de Rufus sobre mí mientras me movía de lado a lado, su atención resultaba bastante incómoda porque acababa de tener sexo. Sabía que el felino me estaba juzgando, si estuviera un poco ebrio podría imaginar que estaba pensando que era un calentón y era probable que tuviera razón. Pero al pobre lo habían castrado por lo que no podía disfrutar de nada.
April tiró mi ropa interior hacia mí y la cacé en al aire para luego ponérmela sin titubear. Ella estaba terminando de abrocharse el sujetador y le arrojé su camiseta para que pudiera vestirse. Nuestras prendas habían terminado distribuidas por la habitación, incluso una había quedado sobre la cabeza de Rufus y eso lo había salvado de ver el acto.
—¿A qué hora llega Emma?
—Como en veinte minutos —contesté, terminando de ajustar mis pantalones—. Estamos a salvo.
Acomodó su cabello rojizo en una coleta alta y luego estiró las mantas de mi cama para que todo quedara en orden. Éramos bastante rigurosos luego de tener relaciones, nos encargábamos de dejar el dormitorio en perfecto estado ya que ni ella ni yo queríamos que nuestras compañeras encontraran condones o ropa interior desparramada.
—¿Quieres chocolate? —pregunté, sentándome en la cama y abriendo el cajón de la mesa de noche.
—Claro.
No tardé en encontrar la barra de chocolate blanco y rasgué el papel. Corté a la mitad la barra y le entregué una parte a ella quien no tardó en llevársela a la boca.
—¿Crees que se enojará cuando me vea aquí?
Me encogí de hombros, restándole importancia, aunque estaba bastante seguro que sí lo haría. Por supuesto, Emma esperaría hasta que April se fuera para gritarme porque en el exterior de ese cuarto ella mantenía la compostura y fingía ser una chica buena. Incluso se llevaba bien con algunas personas, lo cual me sorprendía porque no parecía hablar con nadie más que con Paris y Robert. Rob, de hecho, la consideraba una ternura y adoraba que lo llevara todos los domingos por comida.
