Capítulo treinta y cinco

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EMMA

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Las vacaciones Acción de Gracias no habían sido tan malas después de todo, incluso cuando Ethan no me dejó un segundo sola. Luego de su cena había sufrido un severo caso de locura y planeó un montón de actividades en familia que suponían cero tiempo libre en soledad. Sí, mi hermano se había vuelto uno de esos psicópatas que armaban una rutina para todos con la finalidad de estar juntos. Algo me decía que sospechaba lo que había sucedido con Tyler, pero no iba a preguntárselo.

Así había pasado la semana, con juegos de basquetbol después del desayuno o salidas a correr a la playa, almuerzos grandes llenos de alimentos variados, siestas de películas, tardes de caminata por el pueblo y noches de juegos. Mis únicos respiros habían sido los momentos en que Primrose nos visitaba porque se había cansado de sus compañeros.

Debía admitir que, pese a toda esa locura, me había divertido.

-¿Me despiertas al llegar? -preguntó Tyler, acomodando su cabeza contra el asiento con una improvisada almohada que había formado con su sudadera.

-Claro.

Cerró sus ojos y me pareció que se quedó profundamente dormido en ese mismo instante. Yo no podría hacer lo mismo porque dormir en un vehículo en movimiento me mareaba y porque podía sentir la mirada de mi hermano posada sobre mí.

Él y Mila debían regresar el mismo día que nosotros a la ciudad por lo que, en lugar de viajar en autobús, íbamos todos juntos en su BMW.

-¿Quieres un caramelo, Em?

-Claro.

Mi cuñada me pasó una caja de caramelos de moras entre los asientos y me dedicó una sonrisa. Aproveché ese momento para dedicarle una mirada que buscaba respuestas. Se encogió de hombros dándome a entender que no sabía lo que le molestaba a su esposo.

-¿Ethan, está todo en orden?

Saboreé los caramelos que habían sido mis favoritos durante la infancia y observé su perfil. Conducía en silencio con música escuchándose bajita por los parlantes.

Uno y medioWhere stories live. Discover now