Capítulo 43

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El pasillo está iluminado por una cegadora luz blanca. No se ve ni una sola grieta de pintura en ninguna parte.

El techo, la pared, el suelo. Todo blanco. Ni siquiera hay ventanas. Uno tendría dificultad para distinguir arriba de abajo, o la izquierda de la derecha.

"¡Gege, espérame!"

Una joven voz grita.

El niño del frente se detiene y mira hacia atrás para ver a un niño de unos cinco años tropezando en su dirección.

El niño mayor parece tener unos diez años, así que el niño sólo está a la altura de su pecho.

Observa cómo el niño corre hasta que está delante de él, y pregunta: "¿Qué?"

"¿Adónde vas? Yo también quiero ir", dice el niño.

"No", dice la respuesta.

"¿Por qué?"

"Eres demasiado pegajoso. Quiero respirar libremente."

El chico no entiende, "todavía puedes respirar cuando estoy a tu lado".

"..." El joven adolescente siente que con el coeficiente intelectual del niño de cinco años, podría ser demasiado difícil para él entender los problemas de él, un niño de diez años.

Así que en vez de explicarle, le dice, "mira detrás de ti".

"¿Detrás de mí?" El niño gira la cabeza.

El pasillo se ve igual que siempre, extendiéndose interminablemente a profundidades desconocidas.

No puede ver nada, así que vuelve la cabeza hacia atrás, pero entonces, ve que su gege se ha ido.

"!"

El chico recibe un daño psicológico crítico al darse cuenta de que lo distrajo con tal método.

En una habitación asfixiantemente pequeña, de sólo 10 metros cuadrados y decorada de la misma manera que el pasillo... sin decoración, de color blanco puro... un joven adolescente se sienta en la cama en una esquina con las piernas cruzadas como un monje.

Poco después, abre los ojos para mostrar sus pupilas frías y negras. Vuelve la cabeza hacia el final de la cama.

"Sal".

Después, un chico se levanta de la cama. Su pelo rizado de color castaño parece bastante esponjoso.

"Gege, ¿qué estás haciendo?" El chico pregunta con franqueza.

"Estoy meditando. Casi puedo saborear el pollo asado".

"¿Pollo asado?"

"Comida humana de la vieja era; he visto fotos en los libros."

El chico parece tan despistado como siempre.

El niño de diez años sabía que hay una brecha generacional de sentimientos compartidos entre las edades de un dígito y las de dos dígitos.

"No importa. ¿Qué quieres, otra vez?"

Entonces el niño se sube a la cama, "Quiero meditar con gege".

"..."

Mientras no interfiriera, al joven adolescente no le importaría donde eligiera estar.

Aunque ahora ha tenido experiencia. No importaba lo que hiciera, a este chico le gustaba aferrarse a él. Eso estaba bien, realmente, pero también le gustaba mirarlo tan intensamente que se siente como si alguien tuviera el filo de una cuchilla tocando el lado de su cuello.

Huí luego de que me forzaran a entrar en un polígono amorosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora