capitulo 56

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Voldemort apartó la vista de Naruto y empezó a examinar su propio cuerpo. Las
manos eran como grandes arañas blancas; con los largos dedos se acarició el pecho, los brazos, la cara. Los rojos ojos, cuyas pupilas eran alargadas como las de un gato, refulgieron en la oscuridad.

Levantó las manos y flexionó los
dedos con expresión embelesada y exultante. No hizo el menor caso de
Colagusano, que se retorcía sangrando por el suelo, ni de la enorme serpiente,
que otra vez había aparecido y daba vueltas alrededor de Naruto, emitiendo
sutiles silbidos, ni tampoco de Mirio, que observaba todo con una pequeña sonrisa. Voldemort deslizó una de aquellas manos de dedos anormalmente largos en un bolsillo de la túnica, y sacó una varita mágica.

También la acarició suavemente, y luego la levantó y apuntó con ella a Colagusano, que se elevó en el aire y fue a estrellarse contra la tumba a la que Naruto estaba atado. Cayó a sus pies y quedó allí, desmadejado y llorando.

Voldemort volvió hacia Mirio sus rojos ojos.

—Parece... que el plan no ha funcionado. No me siento diferente—dijo voldemort, con frialdad.

—Te lo había advertido—dijo Mirio aburrida—. Recuperaste tú cuerpo y obtuviste su sangre, logrando también tener la maldición que lo protegía, pero el chakra es algo más complejo que una simple transfusión de sangre. Por algo los shinobis están apunto de extinguirse. Muchos otros intentaron lo mismo que tú, y tampoco lo consiguieron. La única manera de que una persona tenga chakra es que uno de sus padres se lo haya heredado.

—Valía la pena intentarlo.

Voldemort miro a Naruto y soltó una risa sin alegría, fría, aguda. La túnica de Colagusano tenía manchas sanguinolentas, pues éste se había envuelto con ella el muñón del brazo.

—Señor... —rogó con voz ahogada—, señor... me prometiste... me prometiste...

—Levanta el brazo —dijo Voldemort con desgana.

—¡Ah, señor... gracias, señor...!

Alargó el muñón ensangrentado, pero Voldemort volvió a reírse.

—¡El otro brazo, Colagusano!

—Amo, por favor... por favor...

Voldemort se inclinó hacia él y tiró de su brazo izquierdo. Le retiró la manga por encima del codo, y Naruto vio algo en la piel, algo como un tatuaje de color rojo intenso: una calavera con una serpiente que le salía de la boca, la misma imagen que había aparecido en el cielo en los Mundiales de quidditch: la Marca Tenebrosa.

Voldemort la examinó cuidadosamente, sin hacer caso del llanto incontrolable de Colagusano.

—Ha retornado —dijo con voz suave—. Todos se habrán dado cuenta... y ahora veremos... ahora sabremos...

Apretó con su largo índice blanco la marca del brazo de Colagusano. La cicatriz volvió a dolerle, y Colagusano dejó escapar un nuevo alarido. Voldemort retiró los dedos de la marca de Colagusano, y Naruto vio que se había vuelto de un negro azabache.

Con expresión de cruel satisfacción, Voldemort se irguió, echó atrás la cabeza y contempló el oscuro cementerio.

—Al notarlo, ¿cuántos tendrán el valor de regresar? —susurró, fijando en las estrellas sus brillantes ojos rojos—. ¿Y cuántos serán lo bastante locos para no hacerlo?

Comenzó a pasear de un lado a otro ante Naruto, Mirio y Colagusano, barriendo el
cementerio con los ojos sin cesar.

Después de un minuto volvió a mirar a Naruto, y una cruel sonrisa torció su rostro de serpiente.

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