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ME SENTÉ EN LA ORILLA DEL LAGO NEGRO PARA ESTAR UN RATO sola y sin nadie que me moleste. Agarré una piedra pequeña y la tiré al agua. — Pobre lago. — Me sobresalté cuando Draco se sentó al lado mio.
— Mierda, Malfoy. — Insulté. — ¿Que haces aqui?
— Te seguí. — Contestó encogiéndose de hombros.
— Deja de seguirme, acosador.
— ¿A quien molestaré entonces? — Preguntó con una sonrisa, me miró y luego miró mi cuello, donde colgaba el collar, lo miró con asco. — ¿Donde compraste eso?
— Me lo regalaron. — Dije agarrando el collar.
— ¿Quién?
— No te importa. — Contesté.
— Si no me importará no estaría preguntando, estu... Abril. — Corrigió.
— No te lo diré. — Porque ni yo sabía quién había sido. — Pensé que nos ignorábamos. — Dije.
— ¿Quieres que te ignore? — Preguntó mirando esta vez al lago, su perfil era bonito.
— No, no realmente, pero agradeceria que no nos molestes...
— Puedo no molestarte a ti, pero a ellos no. — Interrumpió. — Y más a San Potter, ni siquiera sé porque eres su amiga. — Rodó los ojos.
— Es bueno conmigo. — Contesté. Draco bufó.
Hablamos durante unos minutos más, me contó sobre su familia y sobre que debía ir a visitar su mansión. — Debo irme. — Avisé levantándome del suelo y sacudiendo mi ropa.
— ¿A donde te vas? — Preguntó levantándose también.
— Quede con Hermione para terminar algunas tareas pendientes. — Contesté, le sonreí y empecé a caminar hacia el castillo.
[...]
Era de noche, no podía dormir así que agarré mi varita y un abrigo para salir, sabía que si me encontraban me llevaría un castigo pero no me importaba mucho. — ¡Lumos! — Susurré y mi varita se iluminó.
Salí de la sala común y comencé a caminar por los pasillos mirando que no haya ningún prefecto cerca. Me dirigí hacia la torre de astronomía pero en el camino me encontré con el prefecto de Ravenclaw, él estaba dado vuelta por lo cuál no me veía.
Dí dos pasos hacía atrás para esconderme, apagué mi varita y la guardé en mi bolsillo de mi pijama. Me pegué a la pared y me escondí entre una columna. El chico caminó hacia donde estaba yo, cuando pensé que me iba a descubrir, sentí que me tiraron del brazo y me llevaron corriendo hacia otro lugar, no veía casi nada y no sabia quien era el que corría conmigo. Llegamos hasta un salón y nos escondimos ahí. — De nada, traidora.
Draco, cómo no.
— Mierda, Malfoy. — Susurré. — ¿Qué hacías allí?
— ¿Qué hacías tú allí?
— Quería ir a... ¿Qué importa eso? — él me miró y rodó los ojos.
— Lo menos que puedes hacer es agradecerme. — Dijo.
— Bueno, gracias. — Dije y bufé. — ¿Ya se habrá ido?
— Seguro, ¿A donde ibas? — Volvió a preguntar.
— A la torre de astronomía. — Contesté, abrí la puerta y miré por los pasillos para ver si había alguien. — No hay nadie.
— Bien. — Agarró mi mano y me arrastró afuera del salón. Volvimos a caminar hacía la torre de astronomía. — ¿No puedes dormir?
— No. — Negué.
— Si quieres dormir tienes que dejar de pensar en mi, Searls. — Bromeó.
— Nunca pienso en ti, Malfoy. — Contesté.
— Sí, repítelo hasta que te lo creas. — Subimos las escaleras, Draco seguía sosteniendo mi mano.
— Puedes soltarme. — Sugerí.
— Podría, pero no quiero. — Contestó riendo.
Llegamos a la torre y nos sentamos en la punta, yo dejé que mis piernas colgaran mientras que Draco atrajo sus piernas y las abrazó. — Nunca pensé estar en esta situación. — Admití.
— Yo si, me caes bien Abril. — Yo lo miré y le sonreí.
— Te lo aclaro, no somos amigos.
— Lo sé. — Asintió. — Tampoco quiero ser tu amigo, Abril.
