PRÓLOGO

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Año 2000, hace 20 inviernos
Límites de Volvogrado, Rusia

-La señora Romanova no va lograrlo, estamos haciendo todo por salvarlos a ambos, pero el bebé es demasiado prematuro, debemos trasladarnos a un hospital.

El médico que se encontraba atendiendo a la mujer que gritaba adolorida dentro de la habitación le informó al rubio que sostenía en embarazos a una pequeña pelirroja de 5 años.

-No, no podemos abandonar la casa... Sálvenlos a ambos, haga lo necesario... Solo haga su maldito trabajo... -Alek exigió con la voz rota, abrazando aún más fuerte a su pequeña hija quien comenzaba a hiperventilar por el temor que sentía al ver a su padre tan alterado.

-Me temo entonces señor Romanov que tendrá que elegir, su esposa o su hijo. -El doctor le repitió, dejándolo ver una angustia que atravesó el pecho del hombre.

-Mi esposa... -Alek pasó saliva sin titubear, tenía que salvar a su esposa, no podía perderla y a pesar de saber los posibles riesgos de aquel embarazo se rehusaba a creer que no había nada más que hacer por ellos.

-Comenzaremos con la extracción del producto entonces...

El médico asintió con la cabeza y antes los alaridos de la mujer embarazada que aguardaba a dar a luz junto a su asistente desapareció de aquel pasillo.

-¿Mami estará bien? -La pelirroja salió del escondite de su cuello para encarar el rostro afligido de su padre.

-Mami estará bien, princesa... Mi adorada Natalia, no olvides jamás cuanto te amamos. -Alek besó la frente de su hija para después regalarle una bella sonrisa que la tranquilizó.

Alek Romanov bajó a su hija y la guió hasta uno de los sofás del pasillo para que se sentara ahí, indicándole que no debía moverse de aquel lugar hasta que él regresara por ella y solicitándole que se mantuviera lejos de la puerta sin importar el ruido que escuchara provenir del interior.

-Pronto será navidad, mi amor así que me gustaría entregarte tu regalo por adelantado, solo no le digas a mami. Será nuestro pequeño secreto... -Alek sacó de su bolsillo un precioso relicario de oro en forma de corazón que tenía grabado el apellido de su familia sobre la tapa mientras un foto de mamá y papá besando las mejillas de su pequeña Natalia reposaba dentro.

-Es muy linda, papi, pero yo no tengo nada para ti... -La pelirroja sonrió cuando su padre colgó aquel obsequio al rededor de su cuello, dejando un par de besos en sus mejillas sonrojadas.

-Me basta un abrazo tuyo para sentirme inmensamente feliz, cariño. -Alek sintió sus ojos aguarse cuando su hija se colgó de sus hombros para darle ese fuerte abrazo que tanta falta le hacía.

-Promete que lo cuidarás con tu vida mi pequeña Nattie y que siempre lo llevarás contigo. Papá y mamá siempre estarán ahí para ti, a tu lado, justo dentro de tu corazón, mi cielo. -Alek peinó su cabello rizado y pelirrojo para acomodarlo sobre sus hombros.

-Es una promesa... Te quiero mucho, papi... -Natalia le dijo al oído, seguido de un besito de esquimal que dejó sobre la punta de su nariz cuando la frotó contra la suya para después colocar sus manitas sobre las mejillas de su padre y rascar los vellitos picosos de su barba, una barba que le hacía cosquillas cuando se rehusaba a ir a dormir o a merendar.

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