Un contrato vinculante

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Alessia no quería simplemente ceder ante la tentación que representaba tener a su hermano contemplándola con insistencia. No importa incluso que ella supiera demasiado bien que aquel era el sillón favorito del muchacho: ni tan lejos ni tan cerca del fuego de la chimenea para obtener el calor justo y perfectamente posicionado para poder tener un libro en las manos y leerlo sin esforzar la vista por falta de luz. Además, era jodidamente cómodo. Los demás sillones de la casa parecían ser hechos de rocas a comparación de ese.

—Alessia, no te lo repetiré de nuevo ¡Devuélveme mi sillón!—le ordenó Theodore Nott.

Ella no se movió.

—Ni siquiera estabas en la casa hace media hora—le recordó ella—, así que yo llegué primero.

—Si nos ponemos a pensar, en realidad, yo llegué primero a esta casa y a este sillón, así que como tu hermano mayor tengo derecho a reclamar el maldito sillón como mío si eso es lo que quiero hacer.

—Sabes tan bien como yo que nací muchos meses antes, que festejes tu cumpleaños primero no tiene nada que ver, así que no intentes sonar como "maduro"—le aconsejó aunque ella sabía demasiado bien que él realmente no se comportaba como cualquier otro adolescente—. Y dado que no tenemos ningún lazo sanguíneo que nos una, no tienes ningún derecho a actuar como hermano mayor ni a reclamar nada de esta casa. Todo sigue siendo aún de tu padre.

Él rodó los ojos y, perdiendo la poca paciencia de la cual era poseedora, se inclinó hacia ella y la sacó de allí con brusquedad, sólo para luego dejarse caer con total desencanto y despreocupación.

— ¡Maldita sea, Theo!—protestó—Que tengas más fuerza que yo no te da derecho a lastimarme de ese modo—se quejó mientras ponía una expresión de dolor mientras se frotaba donde las manos de su hermano la habían tomado.

Él no pareció creerle al principio pero cuando ella siguió frotando su piel, su expresión cambió.

— ¿Te lastimé?—preguntó con preocupación.

Rápidamente se puso de pie y fue hacia ella a comprobar el daño, sintiendo que la culpa lo carcomía pero Alessia fue mucho más rápida y, con una risa divertida, se apartó de él y de un salto cayó en el sillón. Él la miró indignado. Ella era una de las pocas personas que le importaban en su vida y la muy condenada lo sabía demasiado bien porque no dudaba en sacar ventaja de eso. Pero antes de que él pudiera ir en busca de su venganza, las puertas dobles de la habitación en la que se encontraban se abrieron de repente. Los dos se enderezaron rápidamente al ver a Nott padre entrar con cara de pocos amigos. En realidad, siempre parecía estar de mal humor pero ese día en particular parecía ser capaz de lanzar un hechizo a cualquiera que se le acercase demasiado.

—Vete—le ordenó a su hijo haciendo una seña con su mano hacia la puerta—. Tengo que hablar con Alessia a solas.

Theo miró a su hermana con curiosidad, preguntándole silenciosamente si sabía de qué se trataba aquello pero ella parecía igual de desconcertada que él. El anciano patriarca de la familia solía apenas reconocer la presencia de la hija de la mujer con la que se había casado años atrás por lo que era demasiado sorprendente que pidiera hablarle en privado.

— ¡Vete!—le gritó a su hijo cuando notó que éste no se movía.

Theo dio una última mirada a Lessi, para confirmar que ella estaba de acuerdo con eso antes de marcharse, aunque sin dejar de sentir preocupación por tal circunstancia. Una vez que se marchó, el hombre hizo un rápido movimiento de su varita y cerró las puertas, dejándolos a los dos completamente solos. Alessia se movió inmediatamente cuando lo vio acercársele, dándole el sillón para que se sentara si eso era lo que quería pero él parecía preferir estar de pie y caminar por la sala como si fuera incapaz de quedarse quieto por demasiado tiempo.

Flores del malWhere stories live. Discover now