El cementerio

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—Recuérdame por qué estoy haciendo esto—le pidió Theo a su hermana mientras ojeaba distraídamente el libro de Adivinación que tenía en sus manos.

—Creo que ya hemos tenido esta conversación—replicó ella, oyendo como las ruedas del tren comenzaban a desacelerar a medida de que se acercaban a la estación.

—Sí—apartó la vista del libro—. Sólo sigo sin entender cómo es que me vi envuelto en esta situación cuando eres tú la que debes ir con él, dejándome libre en estas vacaciones. Yo planeaba quedarme en casa, durmiendo la mayor parte del día.

Sí, ya había imaginado que su hermano había planeado pasar esa Navidad como siempre lo hacían ambos: encerrados en la enorme mansión familiar de los Nott, cada uno pensando en sus propios asuntos. Ella, usualmente se encerraba a extrañar dolorosamente a su madre, recordando las Navidades pasadas que pasaron juntas. Cada veinticinco tenían la misma costumbre: un almuerzo silencioso con el padre de Theo para luego encaminarse por la tarde al cementerio a dejar flores en la tumba de su madre.

—Lamento arruinar tus incontables planes—dijo con sarcasmo—, pero Augusta Longbottom no iba a dejar que yo fuese a su casa. Teme por mi reputación...

Theo soltó un bufido.

—Creo que lo que menos preocupa a mi padre es tu reputación. No, si dormir con él ayuda a cumplir tu misión.

Lessi se ruborizó. Sólo Daphne se había enterado de sus pensamientos sobre Neville y prefería que las cosas siguieran así.

—Es por eso que quiero que estés allí—le dijo—. Quiero que vayas para dejar tranquila a la abuela de Neville pero no quiero que estés como perro guardián cerca de nosotros.

— ¿Así que mi misión en estas vacaciones es entretener a una vieja gruñona para que te puedas besuquear con Longbottom?

—No me besuquearé con él. Sólo quiero que estés cerca pero no tanto.

—De acuerdo—dijo mientras guardaba su libro en el bolso de su hermana—. Yo haré esto por ti, pero me deberás una.

El tren comenzó a frenar ruidosamente.

— ¿No te bastó con que te consiguiera una cita con Hermione?

Theo se ruborizó.

—No fue una cita—replicó.

Lessi contuvo una sonrisa mientras el tren se detenía. Se pusieron de pie, recogieron sus pertenencias y luego buscaron a Neville. No lo encontraron en el tren pero el chico ya los estaba esperando en la estación 9 ¾ junto a su abuela. La anciana estaba vestida prolijamente con un vestido violeta, que estaba cubierto por una capa de viaje negra. Sobre su cabello recogido en un rodete, había un sombrero del mismo color del vestido. Neville agitó la mano al verlos para llamar su atención dentro de la multitud.

—Prométeme que te comportarás bien—le pidió Alessia a su hermano.

—Yo siempre me comporto bien—le dijo él, conteniendo una sonrisa.

Augusta se inclinó sobre Neville y le susurró algo al oído con cierta violencia e inmediatamente el chico fue a su encuentro y tomó de la mano de Alessia su baúl. Estuvo a punto de protestar y decirle que ella era más que capaz de cargar sus cosas pero se dio cuenta que lo mejor que podía hacer era estar en silencio porque la anciana los contemplaba con atención. No quería que encontrara otro motivo para insultar a su nieto.

—Gracias, Nev—le dijo con una sonrisa adorable.

El chico tartamudeó unas palabras que ella no logró oír y se adelantó. Cuando los dos hermanos llegaron delante de la seria anciana, Theodore dio un paso adelante y sonrió con indudable coquetería.

Flores del malWhere stories live. Discover now