Entre galletas y manipulaciones

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"La mejor forma de llegar al corazón de un hombre es a través de su estómago."

Ese era un dicho popular conocido tanto en el mundo muggle como el mágico que Lessi consideraba un tanto ridículo. Ella no quería llegar al corazón de Neville Longbottom sino ganarse su confianza, pero suponía que aquellas galletas que le había mandado Narcissa Malfoy con aquella ridícula nota, cumplirían casi el mismo propósito. No había esperado aquella ayuda de parte de la mujer, por lo que se había sorprendido a sobremanera al ver que esa lechuza negra había descendido frente a ella a la hora del correo, justo cuando estaban desayunando, y le había dejado aquel paquete envuelto con una cinta verde y una pequeña notita firmada a su nombre.

— ¿Esas son las galletas de mi madre?—preguntó Draco con incredulidad cuando vio que su amiga abría la caja y del interior salía aquel aroma tan característico que lograba que su boca se volviera agua.

—Lo son.

— ¡¿Y por qué demonios te las mandó a ti?!—exigió saber mientras estiraba la mano por encima de la mesa para tomar una pero la lechuza, que aún no se había ido, le dio un picotazo en su dedo, haciéndola apartar rápidamente— ¡Maldito bicho!

—No toques lo que no te pertenece—le dijo Lessi con una sonrisa burlona mientras acariciaba la cabeza del ave antes de darle un trozo de su tostada.

La lechuza ululó suavemente, agradeciéndoselo, antes de alzar vuelo y marcharse con las demás.

— ¿Cómo es que tú obtienes mis galletas con chips de chocolate?

Draco tenía una expresión molesta.

—Creo que tu madre encontró a la niña de sus ojos—se burló Theo—, mi hermana es la hija que siempre quiso tener.

El rubio rodó los ojos.

—Mi madre está perfectamente conforme conmigo, no necesita otro hijo, aunque sea una mujer—miró a Lessi de mala manera—. Aún no entiendo porqué te dio mis galletas.

—Son mías, Draco, estoy segura que recibirás tu ración mensual como siempre—intentó tranquilizarlo—. Mientras tanto, puedes tomar una.

El rubio, aun de mala gana, tomó una condenada galleta. Si no fueran sus favoritas se mostraría lo suficientemente ofendido y no lo aceptaría pero lo eran y no podía resistirse. Theo también tomó una y, antes de que alguien más se las pidiera, cerró la caja y las mantuvo cerca. Narcissa se las había dado con un propósito y no podía desperdiciarlas.

Fue a sus primeras clases del día y, luego del almuerzo, se puso de pie y, con la caja en mano y la mirada de casi todos encima, se encaminó hacia la mesa de los leones. Había pasado casi una semana desde el inicio de clases por lo que los alumnos del colegio no parecían estar acostumbrados aún a verla hablar, caminar o simplemente mirar a Neville Longbottom a pesar de que todos los días encontraba algún momento de estar a su lado. Le resultaba un tanto tedioso ser ella quien siempre tuviera que ir a él; no es que pensara que aquel muchacho increíblemente tímido fuera capaz de ir hacia la mesa de los Slytherins pero al menos le gustaría que una vez tuviera el valor de encontrarla en un pasillo y hablarle primero.

—Hola, chicos.

Como siempre, Seamus y Dean sonrieron casi tontamente al verla pero esta vez no intentaron apartarse porque parecían haberse acostumbrado en esos pocos días a la idea de que ella no iba a sentarse en la mesa de Gryffindor. Ella siempre buscaba a Neville. El muchacho se limpió la boca con una servilleta, algo que ella encontró de muy buen gusto, antes de ponerse de pie. Estaba a punto de despedirse de sus amigos cuando Lessi pensó que sería bueno recompensar a ese par por haberla tratado bien desde el primer momento.

Flores del malWhere stories live. Discover now